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ANCÓN

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Ancón no es solo ese lugar histórico que los libros de textos escolares nos machacaban como el sitio donde se firmó el tratado que puso fin a la guerra con Chile. No es solo ese antiguo puerto. No es esa preciosa bahía de pescadores, venida a menos por los sucesivos estropicios ediles. Ancón no es el malecón interminable, con un diseño que semeja olas u ondas, vaivén y movimiento.   Ancón es el recuerdo, es la canción y la fiesta. Es el luau y alguna cena en el Casino, cuando podemos ingresar. Ancón es -por supuesto- la anconeta, triciclo en el que te llevan a puro pedal, hombres fuertes y compactos, que te cobran 3 o 4 soles por tramo, dependiendo si vas hasta Playa Hermosa o San Francisco, último proyecto inmobiliario destinado para gente clase A, como me comentaría alguien, desfachatadamente, sacándome roncha.  Es ese recorrido apretada cargando en tus piernas a tus hijos pequeños, con la brisa que te enfría y la luna que te sigue. Dribleando bicis y otras anconeta...

SEÑORAS DE LAS CUATRO DÉCADAS

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De habernos conocido…no nos emocionemos con la canción de Arjona. Casi todas nos vimos por primera vez de “cachimbas”: en la cafetería o en el “Chama”, las que vivían lejos y debían recorrer largos trayectos hasta el campus universitario.  A fuerza de encontrarnos en las mismas aulas,  nos unimos desde el primer ciclo. Pasamos por fiestas en las que, por alguna razón contraria a la ley de gravedad, el ají de gallina terminaba por los techos. Fiestas en las que llorábamos (bueno, en singular), nos reíamos tanto que nos dolía la barriga, que aún no era prominente; bailábamos y tomábamos cerveza. Gozamos de la mejor música de todos los tiempos, el rock de los 80´s: nadie podía resistirse a The Police, The Cure o, más cerquita, a Los Enanitos Verdes. Épocas en las que las baladas, eran tremendas canciones con letras cortavenas de Montaner o José José o también Air Supply. ¡Lo siento, Bad Bunny!  Podíamos juntarnos en cualquier lugar y, por cualquiera me refiero a la be...

El Real

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Nos asociamos hace una punta de años, casi como para ser vitalicios. Suena feíto porque quiere decir que ya estás bien grande, pero es bonito cuando sabes que no pagarás más mensualidades. Ese año recorrimos todos los clubes de Lima. Uno a precio prohibitivo, otro muy lejos de mi casa y el Real o Country, como muchos lo conocen, se convirtió en nuestro segundo hogar, todos los veranos. El hecho de ser chiquito, y yo tener hijos chiquitos, jugó a su favor: quería un lugar donde no se perdiesen, rápidamente ubicables para ir a almorzar el menú del día. Hablando de comida,  por el club pasaron muchos concesionarios, ricos, buenos, baratos y contundentes. Si no nos gustaba el menú siempre quedaba el chifa, económico y rendidor.  El día de nuestra entrevista final, a la que debíamos presentarnos acicaladitos y como una familia modelo ante la Junta Calificadora compuesta por socios, diremos bastante vitalicios, mis critters se portaron como siempre: un tanto bulleros…hasta el tel...

La promo de la Senescienta

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Lima me recibe con un tremendo golpe de calor. Un sopor que me atonta y me pone lenta, yo que siempre he andado acelerada… ¿A quién engaño? No es por el calor, sino por el almanaque. Ahora pienso bastante antes de salir a enfrentarme a mi ciudad: es casi un pugilato meterte en el tráfico, en el que cada vez veo que se obedecen menos señales. ¡Ni siquiera se respeta la luz roja! De las motos, ni se diga, me han volado literalmente por la cabeza. Siento que me rodean y me ponen nerviosa. ¿Bottom line? No quiero manejar en mi cuidad.  Lima me recibe con árboles podados casi a coco, como para el verano. ¿Será que nuestros “brillantes” alcaldes no saben que dan sombra, viento, frescor y que limpian nuestro aire súper contaminado?  Lima me recibe con algunas amigas a las que la vida les está pasando su factura y se niegan a pagar. Empiezas a necesitar ayuda para abrir frascos y terminas necesitando ayuda para ir al hospital. Empiezas a depender de otros y eso te enerva pues te...

Senescienta caminante

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Mi viaje va llegando a su fin. Han sido dos meses intensos, contundentes como las caídas que me dí intentando esquiar...creo que no clasifico a las Olimpiadas... He vivido mi vida de otra manera,  saliendo de mi rutina, mirando amaneceres de colores distintos a los de mi  ventana habitual. Me quedo con la hospitalidad de la familia. Ese núcleo casi inquebrantable que -es lo ideal- debe existir entre todos sus miembros. No siempre se puede o se quiere, pero se necesita. En muchas familias ese lazo se ha roto porque es frágil. Cuando ocurre, es muy difícil unirlo ¡Ni amarrado con nudo scout! Vuelve la vista atrás para repensar tus acciones, tus palabras, tus miradas, tus errores. Todo cuenta. Recuerda, querido lector, hablar en el momento debido, no cuando es tarde para recomponer juntas. Aplica con la familia, pero también con los amigos o con la pareja. Me quedo con las buenas amistades, esas sólidas y eternas. No tienes que conocer a alguien largos años, sino cono...

Inmensidad

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Estoy en un lugar desconocido, bello pero extraño para mí. Una blanca inmensidad que me genera sensaciones mágicas. Plenitud y soledad.  Los árboles desnudos,  propios de esta temporada, dejan algo tétrico el ambiente. Viene a mi mente lo que me contó una buena amiga, sobre esos viajes que se pegan en tus recuerdos como sello postal:  imagínate estar en el medio de la nada. Ser un puntito en el inmenso océano, sin poder divisar tierra firme o siquiera otro velero ¿ angustiante, no? Si se hubiese malogrado el velero en el que navegaba ella y ocho personas más, cualquier auxilio hubiese tardado buen tiempo en llegar. Es en esos momentos de situaciones extremas en los que te das cuenta de lo alucinante del mundo, de lo insignificante que eres y de lo que realmente debes valorar en tu vida. De la humildad con la que deberíamos enfrentar todo alrededor nuestro, empezando por nuestro medioambiente que nos empecinamos en descuidar. Volviendo al tremendo susto que sin...

Mudar la vida

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Acabo de conocer a Silvina y esta es su historia, tal como me la relató,  té verde y tequeños de por medio.  Ella quería salir de su país como pudiese. No iba a aceptar vivir bajo un régimen comunista (Salvador Allende en el Chile de los '70) ¡de ninguna manera! Podía perder el pequeñísimo capital, obtenido a punta de puro esfuerzo, suyo y del recién estrenado marido. Una decisión tomada entre las dos familias los empujó a emigrar y dejar a la abuela materna el cuidado del hijo, de seis meses. No había mucho tiempo que perder. Hace unos cuantos años, Venezuela, sí, Ve-ne-zue-la era casi el paraíso: zonas con clima tropical, mar Caribe, adelantos y economía boyante por tanto petróleo que emanaba de sus suelos y de ahí se dirigía a los tanques de PDVSA. Miles de profesionales, técnicos y estudiantes de todo Sudamérica marcharon en pos de alcanzar sueños, dinero  y una buena vida que en sus países, les resultaba esquiva. Pues allá fueron Silvina y Willy, con dire...