El Real

Nos asociamos hace una punta de años, casi como para ser vitalicios. Suena feíto porque quiere decir que ya estás bien grande, pero es bonito cuando sabes que no pagarás más mensualidades. Ese año recorrimos todos los clubes de Lima. Uno a precio prohibitivo, otro muy lejos de mi casa y el Real o Country, como muchos lo conocen, se convirtió en nuestro segundo hogar, todos los veranos. El hecho de ser chiquito, y yo tener hijos chiquitos, jugó a su favor: quería un lugar donde no se perdiesen, rápidamente ubicables para ir a almorzar el menú del día. Hablando de comida,  por el club pasaron muchos concesionarios, ricos, buenos, baratos y contundentes. Si no nos gustaba el menú siempre quedaba el chifa, económico y rendidor. 

El día de nuestra entrevista final, a la que debíamos presentarnos acicaladitos y como una familia modelo ante la Junta Calificadora compuesta por socios, diremos bastante vitalicios, mis critters se portaron como siempre: un tanto bulleros…hasta el teléfono de la oficina salió volando por los aires, producto de un tremendo tropezón. Pensé: debut y despedida, sin embargo recibimos la ansiada llamada y nos convertimos en socios, previo pago de una membresía cómoda, en cuotas y sin intereses. En San Isidro me siento apoyada por Carmencita o Gisella, siempre solicitas.

Para nuestra suerte, pocos años después, adquirimos (me siento dueña y señora) un tremendo terreno en Asia, que era el point de moda. Fuimos a conocer esa playa, inédita e inhóspita. El primer fin de semana, nos arenamos y se nos fue media mañana desenterrando el auto, en tiempos en los que el celular era ciencia ficción. 

Regresamos el siguiente fin de semana y olvidé la carne para la parrilla en Lima; casi debimos comer arena por el hambre…recuerda, querido lector, que no existían tiendas como ahora y mucho menos el Boulevard.

 Empezamos a acampar todos los veranos, en tiempos felices, con hijos pequeños y huesos fuertes. Campeonatos en los que no participaba, fiestas y luaus. Luego construyeron muchos bungalows y los fuimos viendo erigirse, ladrillo tras ladrillo. Allá vamos cada que podemos, para salsear y hacer mil parrillas. Es el lugar al que llego solo  con mi cepillo de dientes. No existen eventualidades que no puedan solucionar Juan o Teresita.

Adquirimos una sede de invierno, complicada de llegar por el tráfico infame de Lima, pero la excelente administración de don Miguel y los infinitos jardines, hacen que se pase cualquier mal rato. 

 Fue en el súper gimnasio del club, donde me pesé por última vez, hace dieciséis años, estando embarazada de mi cuarta hija: solo 54 kilos…¡ qué tiempos! ahora eso pesa cada brazo mío! 

Showers, mil almuerzos familiares, entrenamientos, campeonatos y mucho deporte...aunque sea desde la barra.

Todos los febreros de aniversario, se realiza una cena de gala en los jardines del hotel Country, el más emblemático y de los más lindos de Lima, propiedad del club, o sea que también me siento como en casa, aunque los precios me hagan requintarlos un poquito…

 Acompaño el post con algunas fotos de los eventos anuales a los que casi siempre he asistido, tras hacer cola-tipo-alan- para que me den las invitaciones. Buenas cenas, tragos y shows -uno que otro olvidable, sea de los artistas contratados para la ocasión o de algún socio tantito indeseable. 

Escribo esto,  sentada al costado de la piscina, viendo entrenar a la selección de natación del club, esperando a que abran la peluquería para matar dos pájaros de un tiro y pienso que no nos equivocamos al momento de elegir.

¡FELIZ ANIVERSARIO QUERIDO REAL!

“La fuerza del equipo reside en cada miembro. La fuerza de cada miembro es el equipo.” – Phil Jackson.