Senescienta caminante

Mi viaje va llegando a su fin. Han sido dos meses intensos, contundentes como las caídas que me dí intentando esquiar...creo que no clasifico a las Olimpiadas...

He vivido mi vida de otra manera,  saliendo de mi rutina, mirando amaneceres de colores distintos a los de mi  ventana habitual.

Me quedo con la hospitalidad de la familia. Ese núcleo casi inquebrantable que -es lo ideal- debe existir entre todos sus miembros. No siempre se puede o se quiere, pero se necesita. En muchas familias ese lazo se ha roto porque es frágil. Cuando ocurre, es muy difícil unirlo ¡Ni amarrado con nudo scout! Vuelve la vista atrás para repensar tus acciones, tus palabras, tus miradas, tus errores. Todo cuenta. Recuerda, querido lector, hablar en el momento debido, no cuando es tarde para recomponer juntas. Aplica con la familia, pero también con los amigos o con la pareja.

Me quedo con las buenas amistades, esas sólidas y eternas. No tienes que conocer a alguien largos años, sino conocer bien. Puedo no hablar con una amiga por mucho tiempo, porque el camino de cada una llega con mapas distintos, pero cuando te juntas, ese tiempo ausente no existe más. Puedes retomar las palabras exactamente donde las dejaste treinta años atrás.

El arte de cultivar amigos no es fácil, como no es fácil pintar, esculpir o escribir. Creo que el primer ingrediente es la honestidad. Una amistad que no es rotundamente franca no puede ser leal y desaprobará el examen a lo largo del tiempo. Conocidos tienes muchos pero ¿cuántos son tus amigos? Los años me han vuelto selectiva: de lo bueno, poco. Ya no tengo ganas de perder tiempo en naderías con gente que no sume alguito positivo en mi vida, sea con risas, historias,  aprendizajes,  ejemplos. Un poquito interesada ¿no? 

Me quedo, también, con los miles de pasos contados sin Apple watch en los que he conocido  en sendos museos, las historias de las minorías en California y de los Cherokees en Carolina del Norte, vidas duras y tremendamente injustas sobre las que escribiré un post.

Me quedo con la nieve y esa sensación de soledad que me produjo desde siempre, sin conocerla ( Otis y Atenas en mi blog). Esa nieve ingobernable que pone  intransitables los caminos. Así: blanca, limpia y pura, tiene la capacidad de detener  marchas, encerrarte y encapsular tus pensamientos. ¡Mis respetos!

Un sol radiante que quema plantas e ideas. Que me seca más el cutis.

Animales de todos los tipos (que solo había visto encerrados en zoos) intentan coexistir con el hombre: tarea difícil pues los vamos arrinconando. Nos hemos metido en sus bosques para arrancar sus árboles y plantar pistas. Recién nos damos cuenta que se les ha hecho difícil vivir así y que, por ese y otros estropicios, los estamos desapareciendo del planeta. Los invadimos por aire, mar y tierra. No pensamos en ellos más que como alimento o entretenimiento. Ellos  nos miran atentos, con sus ojitos  ora saltones ora tristes.

«Si quieres conocer la verdad sobre quién eres, camina hasta que nadie sepa tu nombre".

Patrick Rottfuss