Hoy por mi, quizás mañana por ti
Me encuentro con una vecina que me detiene y pregunta “¿te pasa algo que ya no escribes? Me gusta que me envíes tus lecturas, aunque no te responda ninguna”. El día anterior, un primo querido radicado en el país del sur, me pide que escriba sobre la discapacidad. Felicidad. Me sorprende y alegra: a veces necesitas un empujón. En mi caso, para salir del marasmo en el que me encuentro por la frustración y las pocas esperanzas en el corto plazo, con relación a mi quebrado país. Hace unos veinte años y veinte kilos menos, me sentía casi una atleta. Era ágil, rápida y ligera. Intentaba seguir el ritmo de mi consuerte, bastante deportista él. Un día de playa, jugando paletas, sentí un dolor agudísimo en la pantorilla. Como toda drama queen que se respete, caí de rodillas, llorando: “me han tirado un balazo”. “Uyuyuy”, pensó inmediatamente mi consuerte: “se rompió la pierna”. A los pocos minutos tenía un enjambre de personas alrededor. Fui el centro de atención en es...