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¡Felices 33!

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Escuché, sin querer queriendo, a mi consuerte conversando con mi querido suegrito, quien llamó compungido por un tropiezo que hemos tenido en nuestra vida feliz. Mi consuerte dijo "viejito, no te preocupes, por ahí nos hemos caído de bruces varias veces, pero la Senescienta y yo, nos levantamos y seguimos, no caminando, sino corriendo". De ahí lo escuché con su risa francota, que parece el sonido de un gallo siendo sacrificado y mi suegro terminó la conversación diciéndole: "oye, yo los llamaba para darles fuerzas, pero veo que están bastante tranquilos". Así han sido nuestros 33 años como pareja: un subibaja de emociones, en donde solo ha primado la alegría, la risa fuerte y la conversación baja, coordinando siempre nuestras vidas, o des-cordinando algo  (también nos pasa). Por "nuestra vida", me refiero a la de nosotros seis: cuatro hijos con cien problemas y mil goles, como un tremendo propulsor. Cuando me siento un poquito desubicada, cansa...

No hay quinto malo!

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Ayer, en mi taller de creación literaria, me mandaron a callar y a calmarme un poquito, ¿el motivo? sentir mucha felicidad como para los tiempos violentos y frenéticos que vivimos. ¿Por qué? porque tengo entre manos un hijito más, que no llevé en el vientre sino en el alma y en el cerebro: mi primer libro. Bueno, es mucho decir. No es mío solo sino de varios. En cada relato mis amigos han volcado vísceras y corazón. Cada línea está escrita con cariño, mucho respeto y timidez. Pensado, creado, tachado y vuelto a escribir a veinticinco manos. Creo que, de las mil bondades de mi taller, ese es el primer poroto ganado: somos un grupo en todo el sentido de la palabra. Un grupo compacto en el que no hay mala onda, cóleras y otras tonterías que abundan en nuestros lares limeños. Eso, desde ya, es un mérito y el artífice de ese logro es nuestro Profesor. Sin su tranquilidad, paciencia inquebrantable, buen humor y sapiencia nada de esto hubiese sido posible. ¡Profe, eres un trome! Aun cuan...

La mujer de mis pesadillas

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Llegué sudorosa, cansada y tensa. Mi cabeza revoloteaba y daba tumbos como el auto. Debe ser complicado sentirte nerviosa cuando solo tienes seis años, pero me encontraba así: ansiosa y aburrida luego de un traqueteo de más de cuatro horas en el carro antiguo e incómodo de mi padre. Por fin apareció ante mis ojos somnolientos y era tal cual la imaginaba. Lo que ninguna foto había conseguido captar era su elegancia decadente. Sentía que atravesaba el umbral del pasado. Quedé deslumbrada, más por la descripción que recordaba de mi abuela que por lo que tenía ante mi vista. La imaginación de un niño puede colorear fantásticamente cualquier paisaje gris. Sabía exactamente todo lo que encontraría: el único hotel con una pileta central rodeada de arcos y jardines con flores amarillas. No era el color sol de mediodía que mencionaba mi abuela sino solo el producto de lo secas que estaban. Mucha madera en las barandas y escaleras que olían a viejo y a apolillado, que me trasladaban de...

Mi niña Goyita

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Mi hija mayor parte de viaje. Hago mentalmente un paralelo con El viaje del niño Goyito, de Pardo y Aliaga. Siempre que se ejecutan muchos preparativos para una travesía, que involucre maletas y demás arreglos, recuerdo el cuento satírico que me hicieron leer en el colegio: Goyito, el “niño” cincuentón que parte desde Lima a Chile y para tan corta expedición, se organiza un sinnúmero de actividades previas: desde ir a ver qué tan segura era la embarcación hasta la confección de cientos de pantalones, delgados y gruesos para que el “niño” esté abrigado o ligero, de acuerdo a como soplasen los vientos. Me viene a la memoria la primera vez que mi primogénita viajó sola, bastante mocosita. Partió feliz y empoderada. Llevaba su carry on con tal seguridad, que parecía una flight attendant, viajera frecuente. Yo estaba con el corazón encogido pero, teniendo dos hijos más en casa, pensé que me pasaría la ansiedad y nerviosismo apenas regresase de llevarla al aeropuerto. No fue así: me sent...

El fin del mundo parte II

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Hace un año escribí un post titulado El fin del mundo, en el que me despachaba sobre la necesaria igualdad entre los individuos. El 28 de junio en TODOS los rincones del mundo es el día central del orgullo gay. Pensé que no tenía más que agregar a lo dicho, pero me equivoqué. Tuve una buena chateada con un amigo, de esos que pueden pasar 40 años y siguen presentes, como en este caso, con un buen intercambio de ideas. Estuvimos conversando sobre amigos comunes de nuestra chiquititud y de pronto soltó la pregunta: “¿sabías que Fulanito es mariscal? No entendí y obvié el asunto, pero, volvió a repetir lo mismo. Tuve que preguntarle a mi consuerte el significado pues no había oído que así se refiriesen a los gays. ¡Otro apodo más! ¿Por qué? Porque casi nada ha cambiado. Me dio mil razones para sustentar su -según él- no homofobia, cuando le pregunté cuál era su interés de saber con quién se acostaba nuestro conocido. Me argumentó: “quiero saber con qué persona trato”. Nadie...

El día después de mañana

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Existe un 7 de junio (óleo de mi Rodri) y a Dios gracias esta funesta campaña electoral, agresiva, mentirosa, prepotente e invasiva, habrá terminado. Nunca se vio algo así, pero me temo que cada vez puede ser peor. Las redes (anti) sociales que todo lo aguantan, han ayudado mucho a polarizar y engendrar cóleras para que luego nuestros hígados paguen pato. Felizmente, opté por no meterme o salirme de los pleitos en chats de aprendices de marketeros y relacionistas públicos de los dos candidatos. Nos quedarán los memes, oxígeno y risa, en tiempos violentos. Nos quedarán las frases y arengas de nuestros “famosos” influencers de uno y otro lado, que se dedican a cacarear lugares comunes e influyen, a lo sumo, en sus familias. Nos queda lo más importante, el ejercicio democrático y el deber cumplido. Quizás gane tu candidato/a, quizás no, pero no hay nada que puedas hacer al respecto, solo acatar el voto popular y pensar que en cinco años (si no decide cambiar alguna ley para favorecers...

Zezé, roblox y los forasteros del tiempo

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“El colegio es el segundo hogar”, nos han dicho hasta el cansancio. Pero, ¿qué sucede cuando ese segundo hogar se instala dentro de tu primer hogar? Estoy escuchando a mi critter # 4 jugar Roblox con una o dos amigas, no puedo identificar eso, pero se carcajea y grita estruendosamente. Le pregunto: “¿no estás en clase?”, “no, estamos en recreo”. Me da pena y no sé si decirle que se separe un rato de la computadora, que en tiempos pre Covid podía dosificar, o que siga “jugando” con sus amigas. ¿Cómo interactúa esta GENERACIÓN COVID? Mi enana es una niña bien niña, si cabe decirlo. Extremadamente normal, risueña y bromista, como cualquiera de doce que viva sus años, sin saltar etapas o sin grandes problemas en casa, mejor dicho, sin ningún problema en casa. ¿Qué situaciones emocionales experimentarán en el futuro, los niños que hoy no asisten a ese segundo hogar? Mientras escribo, miro mi parque tomado por asalto por varios grupos: unos niñitos de 3 o 4 años haciendo ejercicios co...