El día después de mañana
Existe un 7 de junio (óleo de mi Rodri) y a Dios gracias esta funesta campaña electoral, agresiva, mentirosa, prepotente e invasiva, habrá terminado. Nunca se vio algo así, pero me temo que cada vez puede ser peor. Las redes (anti) sociales que todo lo aguantan, han ayudado mucho a polarizar y engendrar cóleras para que luego nuestros hígados paguen pato. Felizmente, opté por no meterme o salirme de los pleitos en chats de aprendices de marketeros y relacionistas públicos de los dos candidatos. Nos quedarán los memes, oxígeno y risa, en tiempos violentos. Nos quedarán las frases y arengas de nuestros “famosos” influencers de uno y otro lado, que se dedican a cacarear lugares comunes e influyen, a lo sumo, en sus familias. Nos queda lo más importante, el ejercicio democrático y el deber cumplido.
Quizás gane tu candidato/a, quizás no, pero no hay nada que puedas hacer al respecto, solo acatar el voto popular y pensar que en cinco años (si no decide cambiar alguna ley para favorecerse) se irá de Palacio, sin pena ni gloria, tal como viene sucediendo con nuestros últimos presidentes.
Lo cierto es que viene el 7 de junio y pasará algo desapercibido por el resultado electoral, pero te recuerdo que se celebra el Dia de la Bandera, conmemorando la Batalla de Arica en la que, si bien la perdimos, ganamos mucho en dignidad.
"Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho” fue la famosa respuesta dada por Francisco Bolognesi, luego que los chilenos tomasen Tarapacá y Tacna y le pidiesen rendirse. Nos quedaba solo Árica y daría la pelea, aun cuando las tropas invasoras fuesen superiores en número y pertrechos. Es ahí donde aparece la heroicidad, valor y sacrificio en la respuesta dada por nuestro coronel, pero acordada por los catorce miembros de la plana mayor y que memorizamos pero - aparentemente- no internalizamos, desde kinder. Son esas frases y acciones las que pintan de cuerpo entero a una persona y hacen que trascienda.
Ese 7 de junio no solo murió en combate nuestro gran Bolognesi sino cientos de soldados peruanos, menos famosos. More, Inclán, Ramón Zavala (la calle de Pia), y Alfonso Ugarte que, cuenta la historia, se lanzó desde el morro para evitar que nuestro pabellón cayese en manos enemigas.
Todo eso sucedió un 7 de junio. Pensemos años después, qué podemos hacer nosotros, en momentos en que, si bien no hay una guerra con un ejército invasor, estamos peleando entre peruanos.
Que el sacrificio de nuestros héroes no sea en vano, que todo lo conseguido hasta el momento no se pierda en la intolerancia, ignorancia y polarización. Es hora de voltear la página y avanzar hacia el bien común que todos perseguimos: el Perú como bandera. Con el uno o con la otra.
Esto lo escribo antes del domingo y no puedo tener una bolita mágica que prediga qué sucederá. Pensemos que no es el escenario ideal, que no fueron nuestros votos los que encumbraron a esos candidatos, pero debemos respetar los resultados, porque no hay nada mejor que la democracia. Así que, esos que hacen resonar tambores de guerra y que -irresponsablemente- piden un golpe militar si no gana su favorito/a, piénsenlo mejor: para eso no dieron su vida nuestros héroes.
Ponderación y tolerancia, en todo.
ResponderEliminarA poner paños fríos a esta horrible segunda vuelta.
ResponderEliminarDespués de leer creo estamos en la misma situación política que ustedes. Dios Salve al Perú y a México.
ResponderEliminarBuenas tardes. Estamos al filo de la navaja. Segue la opción del "mal menor". Es una paradoja.
ResponderEliminarEn fin, la juventud actual, los adolescentes formados con otras ideas, revolucionarias, no saben nada del pasado. Todo lo ven color rosa.
Solo los que sufrimos el ataque de sendero, sabemos del dolor que se avecina.
En fin habrá que aceptar lo que por tanto tiempo permitimos.
Gracias por compartir. Un saludo cordial y un afectuoso abrazo virtual.
Estoy tan harta que quiero que esto acabe pronto. El problema es que no terminará. Hay violencia verbal para rato.
ResponderEliminarMuy buen post, como nos tienes habituados. Siempre en el punto medio. Saludos desde una orilla lejana.
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