No hay quinto malo!

Ayer, en mi taller de creación literaria, me mandaron a callar y a calmarme un poquito, ¿el motivo? sentir mucha felicidad como para los tiempos violentos y frenéticos que vivimos. ¿Por qué? porque tengo entre manos un hijito más, que no llevé en el vientre sino en el alma y en el cerebro: mi primer libro. Bueno, es mucho decir. No es mío solo sino de varios. En cada relato mis amigos han volcado vísceras y corazón. Cada línea está escrita con cariño, mucho respeto y timidez. Pensado, creado, tachado y vuelto a escribir a veinticinco manos. Creo que, de las mil bondades de mi taller, ese es el primer poroto ganado: somos un grupo en todo el sentido de la palabra. Un grupo compacto en el que no hay mala onda, cóleras y otras tonterías que abundan en nuestros lares limeños. Eso, desde ya, es un mérito y el artífice de ese logro es nuestro Profesor. Sin su tranquilidad, paciencia inquebrantable, buen humor y sapiencia nada de esto hubiese sido posible. ¡Profe, eres un trome! Aun cuando para él es la medianoche al iniciar nuestras sesiones, por la diferencia horaria que siempre me confunde, está con la mente y los ojos bien abiertos. Siempre tiene los cinco sentidos puestos en nuestros garabatos, intentando darles algo de forma, fondo y color. Procura que mejoremos a punta de consejos sin guardarse un solo secreto. Mandándonos a leer el libro, relato o entrevista precisos para luego intentar que ejecutemos alguna de las técnicas plasmadas. Cosa difícil. Se ve que algunos alumnos, como en cualquier aula, despuntan más que otros. ¿Yo? Triqueo, pero no me importa. Me siento tan feliz escribiendo que seré una alumna eterna, como algunos chicos de esos Tercios Estudiantiles en cualquier universidad. Mis amigos de miércoles son unos tromes. Ya conté sobre ellos en un post antiguo. Solo puedo darles las gracias por estar ahí. Por leerme, por corregirme, por criticarme, por aceptarme. Les he contado mis secretas alegrías y penas porque siento que los conozco una vida. Me siento en confianza porque los sé buenos. ¡No se puede pedir más! No pensé -a mi edad- conocer amigos nuevos con los que tengo tanto en común. Gracias totales a mi presidenta y su mano dura. ¡Aquí sí, acepto dictaduras! Quiero seguir escribiendo. Quiero seguir leyendo, quiero seguir observándolo todo. Cualquiera puede convertirse en tu mejor personaje. Quiero meterme en alguno y vivir su vida. Quiero saber todo de ellos. Quiero que elijan su propio camino. Quiero que divaguen, que sueñen, que duden, que amen y quiero sentir sus mismas emociones. Quiero que mis palabras lleguen a mentes lejanas. Quiero que las hagas tuyas. Quiero mantenerte en vilo si escribo un relato de suspenso. Quiero que llores conmigo si se trata de un drama. Quiero verte reír con algún personaje hilarante. Pero, sobre todo: quiero verte leer, porque quiero que seas tan feliz como yo. 

Les presento a nuestro quinto hijo: Borrones y cuentos nuevos. 

 Esto, ¡recién empieza!