Y se llama PERÚ
Mi hija migrante ha vuelto unos días y toca engreírla: preparar pavo como si fuese diciembre, por las Navidades ausentes. Toca el milkshake de lúcuma, única fruta que no encuentra en los supermercados de allá. Andar por las calles y extasiarte con ojos de turista. Estoy revisitando el Perú, a través de sus museos. Lo que conocí de chiquilla c on mi mami sigue igual, pero mi mirada ha cambiado. De niña, me a burrí lo indecible. Visitar la Santa Inquisición me produjo pesadillas por un buen tiempo. Las catacumbas de San Francisco, ni se diga. De pronto el terrorismo me duele más (en el imperdible y necesario LUM). Antes lo veía casi como película lejana aun cuando los mil coches-bomba y los apagones continuos socavaron las fiestas de mi juventud. Los huacos me cuentan las historias que antes pasaron por mi vista produciéndome sopor. Me relatan hechos fantásticos de una cultura casi desconocida y que, ahora con los pasos recorridos, cobra mucho valor. Mantos con col...