Que se vaya y no vuelva más
Se terminó Julio y nos dejó un resabio amargo. A pesar de haber celebrado mi aniversario de bodas patronalmente, la fiesta patria no fue tal. Vemos que el país es un tren que se va descarrilando y que no hay opción de cambio a la vista. Sea quien sea la persona que gobierne de aquí al futuro próximo, sentimos que entrará al gobierno con ganas de favorecerse, de devolver favores, de concretar negocios que beneficien a su entorno y no -necesariamente- al país. Casi todos los políticos son iguales, solo que unos hablan mejor y son blanquiñosos, lo que es un privilegio en nuestro país. Perdimos la fe. ¿Qué hacemos? Buscar esa capacidad de resiliencia con la que nacemos y echar mano de ella. Contra viento y marea intentar ser positivos y ver el lado A. Enorgullecernos de todo lo que podamos: hazañas deportivas, gastronomía con premios, gamers que sí meten goles, marineras señoriales que encienden nuestros sentidos y sentimientos. Nos levantan el ego y nos hacen sentir felice...