La italiana
Fue la mujer más firme, enérgica y decidida del mundo. Líder nata, mandona como ella sola. Tuvo un estilo muy diferente al de mi mami. Ella no caía tan bien en primera instancia, por lo frontal que era. Le llamaba al pan, pan y al vino, vino. Eso, en Lima, puede ser un pecado social.
Fue mi madrina de Primera Comunión. Recuerdo que me regaló una chompa muy fina, celeste con flores, que no me gustaba. Igual la utilicé mucho porque a los 8 años, mi armario era bastante limitado.
Viajó con mi mami a algunos lugares, dentro y fuera del país. Siempre le decía: “Blanca, cada minuto en este lugar te cuesta XX dólares, no podemos desperdiciar el tiempo, quedándonos a descansar". Debió ser complicado viajar con ella, pero mi mami sabía cómo manejar sus malos humores o colerones por algún tema en el que -de seguro- tenía la razón.
Si ordenaba una pizza de cuatro quesos, debía sentirlos todos, de lo contrario, pedía ingresar a la cocina para ver los ingredientes. Su paladar era exquisito, por tantos viajes llenos de conocimiento y aprendizajes. Si pedía una corvina a la meuniere, pues debía ser corvina y no otro pescado, como se utiliza tramposamente en algunos lugares. Pues bien, allá iba Pinu hasta la cocina del restaurante a constatar su pedido. ¡Pobre infortunado el que osase mentirle! Ese carácter extrovertido, explosivo y gestilocuente, podía apabullar al más pintado.
Como socia vitalicia, fue mi gran recomendación para asociarme al club al que quería pertenecer. Ahí, la frecuenté mucho: yo toda una joven madre de familia, de cuatro niños que, en ese entonces, a veces se corrían de ella, pues podía llamarles la atención por cualquier cosa y a mis hijos, engreídos, eso no les cuajaba mucho.
Sus cuatro hijos, formados casi enteramente por ella, al enviudar tan joven, lograron no solo finalizar sus estudios de manera brillante, sino alcanzar las posiciones más altas en las empresas donde laboran, llegando una de ellas hasta el cargo de ministra de estado, en un momento no propicio.
Treinta años antes del Covid, ella corregía a los que se acercaban a saludar con besos y abrazos. No le parecía, hablaba de enfermedades que se podían transmitir con esas cercanías. El tiempo le dio la razón, aunque yo la haya catalogado como exagerada. ¡Quién lo diría!
La invité a mi departamento varias veces y recuerdo mucho su primera impresión: “se nota que todo está hecho con amor”.
Una de mis últimas conversaciones con ella, fue hace algunos años. La llamé para invitarla a almorzar con mi mami, las tres, como tantas ocasiones en el club. Me respondió, agradeciéndome: “Roxanita, no soy buena compañía. Mi hijo ha partido”. Me colgó.
Antes de esa tristeza inconmensurable, fue una conversadora nata y deportista.
En un torneo de “seniors” osé ganarle en pin pon. ¡Dios mío! Debí perder para hacerla sentir bien. Me amenazó con que debíamos tener una revancha en donde me daría una pateadura. “Esto no se queda así”, recuerdo que me dijo, blandiendo su índice como espada o como lapicero. No se dio la revancha porque el Señor se la llevó antes, en esta pandemia que no respeta a nadie.
No pude decirle cuánto la admiraba ni lo mucho que había aprendido de ella, ni lo orgullosa que se sentía mi madre, de su amistad de setenta años.
Habla y elogia. No te quedes con palabras lindas y con buenos recuerdos: repártelos a quien corresponda. Es difícil saber cuándo alguien partirá y te dejará con tus pensamientos atragantados. Qué pena desperdiciarlos y no tener quién los oiga.
Póstumamente, Pinu, ¡toda mi admiración!
Qué lástima su deceso.
ResponderEliminarMujer peruana o italiana, de polendas. QEPD
ResponderEliminarSiempre te escuche hablar de Pinucha la gran amiga de tu mamita. Que tristeza su partida. Nuestra Blanquita no se dará cuenta que su mejor amiga está en el cielo.
ResponderEliminarQué pena, parece haber sido una mujer muy interesante e inteligente, de acuerdo a tu emotiva descripción.
ResponderEliminarEs cierto lo que dices sobre elogiar en vida, de qué sirve cuando la persona ya no está? Siempre aprendo algo contigo, como tú, con tu tía. Que descanse en paz.
ResponderEliminarEs cierto, hay amistades y recuerdos que marcan para siempre. En este caso es un recuerdo agradable. Por lo leído, llego a la conclusión de que no fue una dama que aceptara que se dijera. Detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Debemos decir junto a un gran hombre hay una gran mujer.
ResponderEliminarGracias por compartir excelentes historias, recuerdos y reflexiones.