34

Mi consuerte me ha dicho que no soy tan romántica como creía: mis lecturas de poemas desgarradores y escuchar canciones de Julio Iglesias y Camilo Sesto, según yo, eran prueba de ello. ¡En mi aniversario 34 me vengo a enterar! No importa, me siento romántica, por eso les voy a  contar una historia algo desconocida, pero super intensa. 

Grandes poetas escriben sobre los amores infortunados,  tóxicos o como se les llame ahora. Hay quienes le cantan, lo versan o lo escriben en prosa …y no la tiran al mar... 

 Hay un cantante que te dice que el amor de su vida has sido tú, el amor de su vida sigues siendo tú… Otra, más despechada, te contará cómo “se le rompió el amor, de tanto usarlo, de tanto loco abrazo, sin medida…”. Como diría mi abuela “de lo bueno, poco”. 

 Quizás se termine el amor, como en casi todas las canciones de Marc Antony y no deberás sentirte culpable o culpar al destino, a tu suerte, a él, al tercero o quinta en discordia. No todas las personas están hechas para el matrimonio, ese compromiso que deseamos eterno. 

 Nuestra sociedad, totalmente imperfecta, te dice que debes casarte, tener hijitos y comer muchas perdices. En ese orden. No. No siempre sucede y lo vemos a diario con las parejas que deciden dar pasos a los costados antes que sacarse los ojos, porque a veces provoca... Te machacan desde niña que la familia que formes es lo más importante. Falso. Todo dependerá de tus prioridades. De tus necesidades y deseos. Lo que sea que quieras para tu vida, ese sueño por cumplir que, quizás, no sea ni matri ni hijos.  Recuerda cumplir un  sueño. 

 No hay una respuesta a cómo y por qué  amas a quien no debes o no amas a quien debes. He estado leyendo grandes historias amorosas, bastante trágicas. Te cuento una: Alfonsina Storni, escritora argentina, muerta por amor. Escribió poemas que mezclaron temores, reflexiones, carnalidad, insatisfacción e intensa rebeldía. Fue una mujer luchadora, adelantada a su época (o sea feminista). Le atormentaba lo que la sociedad de principios del siglo pasado exigía de la mujer, por ejemplo, NO ESCRIBIR. Reclamó, pero nadie le hizo caso. Sufría de depresión, esa enfermedad silente que puede horadar mentes y cuerpos, que no siempre saben pedir ayuda. Amó mucho y correspondieron a ese amor que terminó en tragedia pues él se quitó la vida. Alfonsina descubrió que tenía cáncer avanzado, en épocas que no hacían quimio para vencerlo. Sufría de dolores incontrolables. Decidió marcharse, caminando mar adentro, según nos cuenta la gran Mercedes Sosa en Alfonsina y el mar ese poema hecho canción. Escúchenla y lloren conmigo. Los piadosos no la juzguen. Supongo que a nadie se le ocurre levantarse y decir: hoy me iré de este mundo. Qué oscuros pensamientos, qué gritos silentes clamarían por la ayuda que nadie dio a esa mente que se ahogaba. Dejó un último poema, antes de tomar la fatal decisión de abandonarlo todo: 

 Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados. Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación; la que te guste; todas son buenas; bájala un poquito. Déjame sola: oyes romper los brotes... te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que olvides... Gracias. Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido...

 Vuelvo a mi historia:  un nuevo aniversario de bodas. 

No puedo declarar a los cuatro vientos el amor que siento hacia mi consuerte porque lo he venido haciendo desde mi post # 1. Ya escribí que es el mejor hombre del mundo, que nos conocimos de casualidad como sucede con esas almas destinadas a cruzarse y volverse una. Conté también, que formé una linda familia, con cuatro hijos que ahora son más alegrías que dolores de cabeza (si me preguntabas hace unos diez años, cuando eran adolescentes tiernos, la respuesta hubiese sido diferente). Llega el momento del amor maduro, ese que puede hablar solo con los ojos, cuando hay algo que decir. El amor cuidadoso, que observa tus pasos porque con un tropezón puedes terminar en Emergencia con un hueso roto y mis huesitos, por más Glucosamine que tome, empiezan a ser frágiles. Es tiempo del amor en el que no se baila tanto, no se toma tanto. Un amor sosegado que ya no te hace sentir mariposas en el cuerpo porque andan a tu alrededor. No es un amor en el ocaso, es un amor diferente. Intenso, sí, pero diferente. El amor que te llena de flores. Es el amor que hace que te maquilles con todo el cansancio a cuestas, solo para él. Obviamente saldremos a comer:  no le interesa, a mí, mucho. Es el amor que accede a caprichos. El amor que aún responde a la pregunta ¿Dónde vamos? con un generoso “donde quieras ir”. Hasta el fin del mundo, contigo, pero si antes nos comemos un buen taco, ¡tantito mejor! 

El Señor -en su inmensa bondad- no nos ha hecho pagar impuestos por uso de felicidad … ojalá siempre sea igual.

 ¡Felices 34, querido consuerte!