Primera maravilla

Conocí el Parthenon antes que Macchu Picchu. Mis amigas me decían: ¡debería darte vergüenza! No me daba. Pensaba que eran circunstancias, tiempos, oportunidades y sueños distintos. 

Creo que podría resumir todo lo paseado señalando que Cusco no se ha contaminado como sucede con muchas grandes ciudades: su gente sigue siendo súper amable, de sonrisa fácil, pícaros, tremendamente orgullosos de lo que tienen. ¿Qué tienen? Te preguntaría ¿qué no tienen? Calles limpias y eso que pululan miles de turistas diariamente.

Te sientes en Babel al escuchar lenguas distintas, varias irreconocibles para mí.

Tienen un centro histórico muy ordenado. Sus autoridades no han caído en la falsa modernidad del cemento y de los centros comerciales... todavía. Solo he visto un edificio de tres pisos y eso ¡ya es bastante!

En todo el centro, conservan limpios y pintados los balcones coloniales más hermosos que he visto, con unos tallados que ni dibujados a lapiz. 

Cuidan sus plazas y sus ruinas. Cuidan a los turistas por lo que puedes transitar en la noche con seguridad. Eso es tremendo logro, si lo comparamos con el temor de circular en Lima.

Tienes el restaurante Chicha de Gastón Acurio pero también tienes el menú barato del mercado de San Pedro, ordenado por secciones: jugos, sopas, etc, con vendedores uniformados de blanco no inmaculado (no lo consigues ni en un restaurante de estrella Michelin, inexistente por nuestros lares).

Está San Blas con sus calles que suben casi al cielo. Con sus casitas pintadas, con sus veredas de piedra que asemejan rompecabezas, al encajar perfectamente,  con pequeños balcones de donde cuelgan maceteros con flores que ponen como postal el lugar. 

Coricancha resume la colonización brutal que sufrimos: en el templo de mayor adoración al sol, los invasores levantaron nuevas columnas, "aplastando" las nuestras. (creo que la foto a continuación te ayudará a entender). 

Sentí un cosquilleo de rabia y tristeza, pero no fue tanto como en el Museo de Historia Nacional en donde pude releer la vida dura y la muerte brutal a la que fue sometido Túpac Amaru, no solo él sino toda su familia, pues los conquistadores pensaban que deshaciéndose de toda su descendencia y ascendencia no aparecería alguien así de aguerrido a reclamar lo nuestro, pues creo que la achuntaron: no conozco una historia de tanta fuerza como la suya.

El Convento de Santa Catalina, con un excelente museo, que muestra la vida y muerte de las monjas de clausura, te deja pensando en el tremendo sacrificio de seguir a Dios.

Maras y sus cinco mil pozas de sales multicolores...ya entiendo por qué son tan caras: es una extracción, acopio y distribución casi artesanal. Brutal por su ubicación: te estremece ver a porteadores subiendo y bajando sacos pesadísimos...

Pisac con esos andenes gigantes, es una muestra de la avanzada ingeniería de nuestros antepasados. ¡Qué perfección!  

Ruinas y museos interminables de enumerar. Bellas iglesias que te hacen sentir por momentos en España.

Ollantaytambo fabuloso con una especie de pirámide altísima, escalonada que me hizo recordar por un momento al Chichen Itzá, de nuestros amigos mexicanos. Un tanto caótico y repleto de turistas. Ahí sí deben entrar a tallar ya las autoridades para que este maravilloso lugar no colapse.

La cereza del pastel es Macchu Picchu, sin palabras...por algo es una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno. (irá en otro post solito).

Cusco te hechiza, te relaja y te energiza así que quien quiere celeste, que le cueste: el tremendo trote hasta aquí, el frío y el calor, los precios elevados y el  soroche...

"VIAJAR ES UNA INTERMINABLE SUCESIÓN DE PRIMERAS VECES".