Con-suerte

Escribí el mensaje de la foto en agosto de 1986, en uno de esos papeles de carta que me encantaba coleccionar. Tenía cientos de ellos en folders. Los papeles que consideraba valiosos, por la figurita o el diseño, los colocaba en micas plásticas individuales. Aún éramos enamorados: yo, celosa, llorona y flaca (sigo celosa y llorona) y él celoso y cool. Desde entonces surfeaba. Lo acompañé muchas veces y me calciné en las orillas de distintas playas. Me aburría un poco porque no me acompañaba un buen libro, máximo unos chistes de Archie,  Condorito o tiras de mi amiga Mafalda.

Siempre comprábamos gaseosas de un litro que enterrábamos en la arena húmeda para que se enfríen y permanezcan heladitas. No sé si existían los coolers entonces o no existían para nosotros, mocosos a punta de propinas y clases particulares. Algunas veces, las botellas se nos perdieron y las buscábamos por toda la orilla, quizás se las llevaba el mar.  Moríamos de sed y de amor.

No existían los bloqueadores solares: me ponía un kilo de crema Nivea en nariz y mejillas y un poco de Coca Cola en brazos y piernas para obtener, según yo, el bronceado perfecto. Él, nunca necesitó nada aparte del mar. Se bronceaba con el agua salada y le aclaraba las ondas del cabello que ahora se empeña en desaparecer.

Íbamos a cualquier playa, solitaria o no, buscando buenas olas. Nunca he sido intrépida pero me empecinaba en seguirlo. Alguna vez, ingresé sentada en la tabla mar adentro, yo, que no pasaba de la orilla. El amor lo puede todo.

No sé si nacimos el uno para el otro, o si en el andar, hicimos este camino, firme y alegre, porque nos seguimos riendo mucho juntos. 

Todavía lo acompaño a surfear. No siempre, porque me sigue aburriendo un poco ese ritual. Mi pago es un buen pan con chicharrón en la panadería Carmelitas o uno con salchicha huachana. En buzo, con harto amor. Ese amor pausado y bonito, que conversa mucho y que ríe. Ese amor grande como el mar que tanto le gusta. A mí no, pero he aprendido a mirar las olas y a entender su movimiento, me relaja el vaivén cadencioso y rutinario y ese murmullo ronco al llegar a las rocas.

Mi historia con él no tiene fin.  

Realmente, solo la muerte nos separará...y eso... porque quizás regresaría a jalarte los pies...

FELIZ CUMPLEAÑOS, AMOR DE TODITA MI VIDA.

(Te sigo queriendo como en la figura)