Friends

Tuve un almuerzo con amigos del colegio. Lo planeamos de un día para el otro. Hemos quedado en salir a bailar en unas horas, como en nuestros años juveniles, en tiempos felices en los que tu preocupación en la vida era ver qué ropa ponerte para el tono de la noche. Mis amigos disculpan el cuerpo, las arrugas y el cansancio; con ellos nunca me faltan ganas de conversar y puedo salir hasta en pijama. 

 El tiempo no regresa, se cargó tu juventud. Lo único que permanece inalterable es la amistad. Por arte de magia, después de diez minutos, así hayan transcurrido veinte años sin verse, empiezas a recordar. Vienen a tu memoria las mejores canciones de todos los tiempos: sí, mi música de los 80, mía y de mi generación, pero que traspasó radiolas, caseteras y mini componentes y ahí sigue  casi clásica y atemporal. 

En Facebook existe un grupo al que me he unido. No recuerdo el nombre, pero está relacionado con mi juventud. En los videos y fotos que postean, todos bailan y se peinan como yo. Llevan mis ropas con  colores fuertes o pasteles, dependiendo del año que transcurría. Me arrancan suspiros, esos que brotan desde las entrañas, no por un amor truncado, sino por esa vida pasada,  en la que fuiste absolutamente feliz y no lo sabías. Tiempos en los que querías terminar la universidad a trompicones para ponerte a trabajar y ganar tu plata. ¡Qué tontos! 

Te mudaste de casa, te cambiaron de colegio, te fuiste a radicar al extranjero, te casaste, nacieron tus hijos, te divorciaste, fallecieron tus padres, casi te tragó la tierra: mucho cambió, pero tus amigos siguen ahí, firmes. No los has visto en años, pero apenas te reencuentras fluyen las risas, los recuerdos y la buena vibra. Hablas de temas que no se te ocurriría tocar con cualquiera. Cuántas anécdotas que ruborizarían al más pintado, pero con ellos, nada te avergüenza, simplemente eres tú, con tu mochila repleta de vida. Tengo amistades de lujo y con eso me siento rica. Sé que el día que me falte alguna, mi mundo será un lugar más soso, más predecible y un poco más feo. ¿Por qué me siento melancólica y hablo de mis amigos? Porque me acabo de enterar de una noticia que me ha arrancado un par de lágrimas: Chandler, mi amigo favorito en Friends, agudo y encantador, acaba de fallecer. Sé que no tengo que explicar a nadie, quién era. Mi generación está de luto. Quizás no te gustaba mucho la serie, pero no podías ser indiferente a ese grupo de seis amigos, desde la happy-go-lucky Phoebe hasta el tantito aburrido y romanticón Ross, pasando por la novia de América, la divina Rachel, el actor ingenuote y enamoradizo, Joey y la amiga ordenada y chancona, Mónica. Todos reunidos en una cafetería, a cualquier hora del día, podías pensar que no producían ingresos, pero qué más ganancia que una amistad sólida y eterna, como la mía con mi gente.

 Querido Chandler, gracias por enseñarme alguito de sarcasmo, por hacerme reír a mares, por ese encanto tan tuyo que brotaba sin que emitieses sonido. Nos faltó tomarnos un café en Central Perk. A ese sillón, conocido por millones, le quedará un hueco eterno y a nuestra pantalla, también.