MÚSICA, MAESTRO

Existen canciones que me mudan al pasado y me sientan en la sala materna para oír las tonadas que mis padres ponían en la vieja radiola Grundig. Mi cuarta hija me pregunta ¿qué es radiola? Plop: me mando con la señora explicación para caer en cuenta que, aunque intente disimularlo con más base en el rostro, estoy envejeciendo, pasito a paso voy caminando por la vereda...de la vejez. Mis rodillas me lo recuerdan cuando necesito agacharme a recoger algo del piso. 

Acabo de terminar el libro Violeta de Isabel Allende quien, en cuatrocientas páginas, escribe que el siglo entero se le escurrió de los dedos, entre dos pandemias: la gripe española de 1920 y la del coronavirus en el 2020. La narradora detalla su vida a través de acontecimientos y guerras mundiales; yo, prefiero recordar mis primeros años tal como leí por ahí, a través de la música. Tus canciones son esas que escuchaste de niño, esas letras no las olvidas. Oí a Los Panchos y a mi tío Pérez Prado, por mis padres, a Mocedades, Mercedes Sosa y Chico Buarque, por mis hermanos mayores, a los Bee Gees, también por ellos, al grupo Menudo (que amaba a morir), por mí. Algunas de las canciones vienen con letras de poesía. ¿has prestado verdadera atención a las líneas de tu canción preferida? Tengo una gran amiga que se enamoró y desenamoró al ritmo de dos temas que le hicieron ver su “realidad”. Cierto o no, existen algunas letras que hablan de tú a tú. Muchas de ellas son belleza pura…exceptuando a Bad Bunny, aunque me encanten sus ritmos que se me pegan cual lapa y me tienen tarareando las dos palabras que tiene en sus canciones. 

 La música es terapia y medicina. Oigo a una doctora contar el caso de una paciente con muerte cerebral, embarazada, a la que mantuvieron conectada meses, para que pudiese dar a luz. Terrible situación que esta terapista aligeraba cantando, tocando la barriga de la mujer. Relata que sentía al bebe contorsionarse y ponerse a “bailar” allí, dentro del primer hogar de todo ser humano. El corazón bombea más potente cuando oyes una buena salsa. Prueba mirando lo que sucede cuando una persona bastante mayor oye su bolero favorito. Esta terapia con música se utiliza bastante en USA, con presidiarios, en albergues juveniles o en hospicios. En los momentos más complejos o frágiles de la vida. Pacientes robotizados por largas y penosas enfermedades, llegan a sonreír de manera electrizante al ritmo de la tonada que más les gusta; la música estimula diferentes partes del cerebro, simultáneamente. Reduce el dolor, la ansiedad, la depresión, mejora el habla y el lenguaje, hasta la parte física y motora, si estás en proceso de rehabilitación. Hay más: incrementa tu capacidad respiratoria, tu proceso de socialización, tu buen humor. Una música relajante, con fondo de lluvia, por ejemplo, podría ayudarte a dormir mejor. La letra de una canción puede llegarte en el momento preciso y te puede “hablar” de una forma que -quizás- no entenderías con palabras sueltas. Ese mensaje con la respuesta que necesitas suena a manera de voz, de descanso o de esperanza. Recuerda tus canciones favoritas antiguas y, en cada tonada piensa en tus días más felices en los que bailaste casi en las nubes, un buen lento, rock o quizás- la mejor salsa de tu vida. 

  Al mal tiempo ¡buena música!