35 veces sí

Acabo de retroceder a ver lo que escribí sobre mi aniversario de bodas. En mis 32 años, puse un Decálogo de Hemingway para escritores. Empezaba la pandemia y arrancaba mi taller de creación literaria y quise usarlo para el tema conyugal (nunca pensé que esas tardes de miércoles, se volverían una constante en mi vida).

 Los 33 también nos agarraron en modo Covid. La pandemia y la cuarentena forzada, habían disparado los números de separaciones; escribí lo que nos significaba estar casados: un subibaja de emociones que, siempre que primase el amor, nos agarraría bien parados para pechar cualquier temporal. 

Para los 34 se me ocurrió contarles algo de la triste vida de la poetisa argentina Alfonsina Storni. La gran Mercedes Sosa compuso “Alfonsina y el mar” en su honor. Cada vez que la oigo, mi cuerpo gordo se estremece. Vida difícil, con amores incomprendidos, que terminó en tragedia. Nos dejó poemas sobrecogedores. ¡Ayyyyy, el amor!

 Estos 35 años, Bodas de Coral, me encuentran más tía, mucho más cansada, pero con la ilusión intacta. Celebro a mi estilo, es decir, sin estilo. Sin gente alrededor (ni siquiera nuestros critters, pues andan repartidos por el mundo). No falta la risa, esencial para sobrevivir a 35 años de matrimonio. Si no nos tomamos la vida con sus mil problemas un poco a la ligera, no hay forma de seguir adelante. Que mi cara de “pesada y seria” (como me acaba de decir, totalmente honesta, mi peluquera), no te confunda. 

Recuerdo un viaje en el que -con la complicidad de mis critters- nos sacaron al estrado de un resort en el que unos regios cubanos realizaban unas maromas que te dejaban bizca. Celebrábamos algún aniversario de boda; el animador se sorprendió cuando le dije la ruma de años de casados que teníamos. Me preguntó: - ¿Cómo se logra estar amarrado, perdón, casado, tanto tiempo, sin cometer un asesinato? Entre las risas del auditorio pensé soltar una perorata, pero al instante me di cuenta que me querían lanzar tomates y que no escucharían ni medio pseudo consejo. Si me lo preguntaba hoy, en lugar de intentar despacharme con la Señora Frase, le hubiese respondido a ese animador faltoso: CASARTE CON LA PERSONA CORRECTA. En ese auditorio en el que pasé el roche de mi vida pues nos hicieron reventar globos, ranear y bailar para ganar un par de polos del hotel, me di cuenta que un matrimonio es de dos y nada de lo que digas sirve cuando llega el momento de decisiones trascendentes. Nadie puede saber lo que sucede puertas adentro, así que no gastemos saliva dando consejos a no ser que -expresamente- te los pidan. Tu relación es diferente y única: “Cada quien sabe cómo mata sus pulgas”, diría mi abuela. 

¿Qué nos resulta? Intentamos ir a todos lados juntos. Totalmente demodé, lo sé. También nos damos un pequeño espacio, aunque cada vez necesite más…por mi volumen… 

Hacemos por amor, lo que al otro le gusta. Si te veo feliz, estoy feliz. Así, me tienen achicharrándome en la arena viendo surfear a mi consuerte…yo, que soy cero playera. Él, aburriéndose con mis lecturas, pero ahí vamos… Somos amigos y nos escuchamos. Nos gusta contarnos cosas, conversar y-obviamente- discutir horrores pues en muchos, pero muchos temas, pensamos exactamente lo contrario. Seguimos bailando, así no pueda seguirlo y me deba casi levantar en peso hasta herniarse. Caminamos algunas noches por cualquier parque, para respirar hondo. No es nada del otro mundo acumular años: solo harto amor. 

¡Felices 35, querido consuerte!

 PD. Quiero este collarcito: