Momentos

Hoy, 23 de febrero tenía pensado escribir sobre mi suegro, por su cumpleaños. Quería hacerle un pequeño homenaje a ese buen señor, amiguero, dicharachero y bromista que me tocó en suerte, como padre político. Es cierto que cuando uno se casa, también lo hace con la familia y debo decir, que me gané con mi suegrito; parecido en muchos aspectos a mi consuerte. En muchos, no en todos, pues también tienen ideas diametralmente opuestas en algunos temas.

Abuelo cariñosísimo y querendón. Amante eterno de mi suegra y protector de todos los suyos.  Querido Víctor, espero que vengan muchos años más para irnos por esa parrillita que tanto te gusta.

Sin embargo, no puedo hablar más de él y contar aspectos interesantes de su vida porque tengo el corazón estrujado al haberme enterado, apenas empezó a aclarar el día y el celular, de la partida de una buena compañera de trabajo. De esas colegas que, sin ser muy  cercanas, trascienden su buena vibra, su trabajo impecable y sus ganas de abocarse a las clases y no andar en chismes de pasillos, en nada que implique mala onda.

Sonriente siempre, con un andar lento y pausado. Diferente a mí que siempre he vivido corriendo. Me arrepiento de haber pasado mil veces por su lado y decirle: “Patita, vuelo porque tengo clases”. Era cierto: o volaba a clases o volaba a casa, pero siempre volaba y perdí muchas opciones de charlar con ella.

Qué extraña es la vida: puedes celebrar un onomástico y puedes llorar a alguien que en este instante se va. Por eso, no perdamos el tiempo en nada que no ayude a aligerar el alma y tenerla siempre limpia. Busquemos buenas intenciones, respeto, amor, creatividad,  ayuda.

La vida está hecha de momentos, ahora me doy más cuenta que nunca. Pequeños trozos de felicidad o tristeza, que van armando ese rompecabezas de piezas finitas.

Hoy me siento triste y no pretendo transmitirles mi pena: eso sobra en épocas de pandemia.  Les recomiendo vivir un poco más el día a día, en tiempos en que no se sabe qué pasará mañana o peor aún, quién estará mañana. Lo que sí es seguro es que todos tenemos una razón para levantarnos todos los días. Que esa razón cuente, que sea importante para los que nos rodean. Que ese motivo trascienda y deje alguna huella linda en tu entorno.

Gocen, ríanse, coman lo que les apetece, canten. Hagan lo que quieran hacer. Llénense de buenos pensamientos. Olvídense, olvidémonos de la política nefasta, mentirosa y corrupta de nuestro país. Al menos por unos días, luego nuestro deber ciudadano nos exigirá informarnos para votar bien o, como casi siempre, por el menos malo.

Cómo quisiera retroceder un año y tenerte en el aula del costado, como tantas veces para decirte que me encantaba tu pronunciación, tu paciencia con los alumnos y tu risa fácil.

No nos quedemos con las ganas de decir esas cosas buenas que, de seguro, tu interlocutor quiere oír.

Descansa en paz, querida Patita. Fuiste una compañera de trabajo admirable.

 

Vivamos y que pase lo que tenga que pasar.