¡Maestra vida!

 

Es tu cumpleaños 93. Sigues estando sana y buena. Si contamos el número de pastillas que tomamos por día, estás más sana que yo.  Lo hemos oído mucho: nuestros padres están hechos de otra madera: fuerte, fina y recia, sólida.

Pude colocar muchas fotos tuyas en este post, sin embargo, dado que se está hablando tanto de la “Generación del Bicentenario”, compuesta por  jóvenes luchadores, idealistas, instruidos, creativos, inconformes y alegres; pensé que tu podrías haber calzado perfectamente con ellos  y, tu  carnet universitario # 27 de la Facultad de Educación, de la Decana de América (Universidad Nacional Mayor de San Marcos, para los pocos amigos extranjeros que me leen)  lo demuestra.  No quisiste conformarte al designio predestinado para las mujeres de tu época: la casa. Quisiste ir un poco más allá y lo conseguiste.

Imagino cómo serían las cátedras a las que asistías en esa magnífica casona de arcos y pileta central: con grandes maestros como Luis Jaime Cisneros, Raúl Porras, Lumbreras, Carlos Cueto o León Barandiarán. Docentes que siempre recordabas.

Como lo que se hereda no se hurta: nos dejaste metido el bichito de la docencia: dos hijas y dos nietas, intentamos seguir tus pasos pero, siempre ligera, no te podemos alcanzar aún.

Recuerdo vagamente cuando me llevabas al colegio, en el que fuiste profesora y veinte años después, directora. La agilidad para subir y bajar los cuatro pisos que tenía ese lugar, en el centro de Lima, magnífico y señorial, por entonces.

Recuerdo una clase en la que me paraste frente a tus alumnas de quinto de secundaria y les dijiste: “ella me ayuda a corregir en sus exámenes, todos los errores ortográficos”,  recuerdo los murmullos y el "wow" de tus alumnas. Debía encerrarlos con un círculo rojo. A esa edad creo que tenía mejor vista y ortografía que ahora. Ese día, de todas las carpetas que eran para dos personas, tus alumnas en el colegio nacional de mujeres, se peleaban porque me siente con ellas, no sé si por “sobonearte” o porque les caía en gracia que  una pigmea sea  “auxiliar” tal como me presentaste. Lo mismo he hecho con mis hijos; cada uno en sus tiempos me ayudó en la corrección de pruebas, con la diferencia que a ellos tenía/tengo que pagarles, por cada examen revisado: los “pulpines” son más metalizados.

Me diste y me sigues dando consejos, aunque en este tiempo, tu mente divague  y tus recuerdos y palabras se acorten.

Para viajes: lee todo lo que puedas antes de llegar a un destino. Recréate en esos lugares.  Es lo que hizo leyendo a Dumas y a Beauvoir, a Flaubert y Victor Hugo. Al caminar por las calles de París y cumplir su sueño, cincuentona (cinco hijos y sueldo de profesora, no ayudaron a conseguirlo antes), mi mami  ya “conocía” todos los rincones de la ciudad, descritos magistralmente en los libros de estos clásicos escritores franceses. Dejá vu.

Me contaba extasiada, todo lo que había visto y respirado a su paso, por la ciudad “más bella del mundo” para ella y para mí, que intento copiarte en todo lo que puedo, aunque sabemos que todas las copias son malas; hago mi mejor esfuerzo. Allá fui, pero no vi lo que tú, que –inteligentemente- dejaste la cámara de fotos, grande y de rollo, en casa. Dijiste: "para qué voy a llevar cámara y perder tiempo si puedo comprar postales, con fotos profesionales".  Todo quedó perennizado en tu retina. Yo, en cambio, perdía tiempo buscando el mejor lugar, para tomarme mil fotos con mi celular y me olvidé de absorber, oír y respirar la ciudad. Espero volver. Espero que el virus que nos mantiene encerrados, nos dé permiso, de seguir soñando, pues este fatídico 2020, ha puesto todo en STOP, sueños incluidos.

Para hijos/nietos: libros, libros y más libros. Incentivar la lectura desde pequeños, sino es un hábito que se hace pesado adquirir. No es suficiente el plan lector escolar, nada de separatas de la universidad; ojo, nada que sea obligatorio, ni especializado.

Lee todo lo que puedas. Un libro es la mejor inversión que puedes hacer, el regalo perfecto también: más que un obsequio, es un elogio.

Cuando no sepan una palabra, búsquenla. No se queden con dudas, que solo irán acrecentándose. 

Leí: LEER DA SUEÑOS. Cierto.

Sobre las comidas: por mi físico, como comprenderán, no he seguido mucho sus indicaciones, pues en su época no existía la comida chatarra, que me encanta, sin embargo he intentado hacerlo con mis hijos: ahí están sanos y fuertes.  Mi madre y un pediatra siempre decían que la mejor vitamina es la O (de olla). No gastemos dinero en tantos complejos vitamínicos, si estamos bien alimentados.

Sigo a pie juntillas esta frase de G. Eliot: NADIE PUEDE SER SENSATO CON EL ESTÓMAGO VACÍO.  

Hagan un ejercicio de memoria y recuerden a su madre, pónganle adjetivos. Descríbanla. Verán que les saldrá, por lo general, una lista interminable.  

Así son nuestras madres. No todos tenemos la bendición de que esté físicamente con nosotros, eso es algo circunstancial. Lo sé por mi consuerte que perdió a mi suegra hace diez años. Igual siente mucho su presencia,  ya sea por un olor, una comida, una flor, una calle.

Desde tu ventana, (por el virus y un resfrío repentino y espantoso) te preguntaré sobre algún sueño por cumplir y estoy segura que sabrás responderme con esa sonrisa serena y con las palabras precisas que, a los 93, siguen brotando de tus labios.

FELIZ CUMPLE, MAMI.

FELICES DÍAS, SIEMPRE💕