Viajo, luego vivo
Chateando con amigos,
se agolparon recuerdos viajeros. Con cuatro hijos hemos vivido todo tipo de
experiencias, jocosas y no tanto, siempre valiosas, porque lo que has vivido en
travesías se convertirán en recuerdos que alimentarán tu mente y espíritu,
mientras vivas. Te permiten recordar una y otra vez, eso que tanto
te gustó y que te hizo sentir emociones que solo un nuevo destino, puede
producirte (un famoso decía que se debe visitar un lugar nuevo cada año; aquí
nomás: no es necesario ir a las antípodas). Recuerda esa frase de San Agustín: “el mundo
es un libro y quienes no viajan leen solo una página”.
He escrito sobre
viajes en posts anteriores, sin embargo, dada la imposibilidad de realizar uno
en tiempos pandémicos, las anécdotas me animan el día.
Desde el avión:
teniendo a mi hermana y a sus amigas como tripulantes, me ofrecieron un asiento
que sobró en Business. Como no quería abandonar a mis otros engendros y a mi
consuerte en la parte del pueblo y, como
madre hay una sola, le cedí el preciado
asiento forrado en cuero, grande y confortable, con champancito y otros
detallitos, a mi hija # 1, que por ese entonces era una chiquilla de trece años
que parecía no tener límite de palabras, debía soltarlas a una velocidad increíble
por minuto. Como resultado, la señora de su costado se quejó por la mocosita
que quería conversar hasta con las moscas, mientras ella había pagado un
mundo de dinero para dormir plácidamente.
Hablando de aviones,
mi otra hija apenas ponía un pie en la escalinata, empezaba a descomponerse, al
punto de arrojar la vida entera en las bolsitas de papel que siempre me han
parecido muy pequeñas. Desde el despegue empezaban sus problemas, pero las
azafatas –inflexibles- nos conminaban a permanecer amarrados a nuestros
asientos. Bastaba con que intentase darles a botar las bolsas repletas, para que me dijesen: “vaya al baño, señora,
atienda a su monstruo”.
Hablando de males
estomacales: mi consuerte se indispuso en un viaje por el continente africano.
Lamentablemente, su inglés y el tremendo
malestar que sentía, no ayudaban a un diálogo fluido, así que mientras la recepcionista del hotel le preguntaba algo
así como ¿runny stomach?, el solo
entendía running y se exasperaba
diciendo “no quiero correr, quiero algo porque me estoy muriendo”…en
casa de herrero...
Aun así, siempre ha
sido él mismo el que se dirige en inglés al mundo entero, así que cuando en una
carretera nos paró un policía por speed
limit, mientras mi esposo trataba de explicarle toda nuestra situación económica,
mis hijos en la parte trasera del auto le tomaban mil fotos al agente, por lo
que se aburrió y nos dejó ir sin
ponernos multa. ¡Hasta posó sonriendo! Solo me
dejó hablar a mí, cuando nos tocaron la puerta para reclamar por el exceso de
bulla que hacían mis critters, en un hotel de una zona dudosa y ¡vaya
sorpresa!, al abrir, nos encontramos frente a una familia de basquetbolistas o
boxeadores: ”amorcito, mejor habla tú”.
En otro viaje, con
hijos a los que un día les dolía la panza y otro, el pie, era la hora de
repartir pastillas; llegado el turno de mi consuerte ya no había para el
tratamiento que seguía. Creo que la ingerí por error. Sabemos que en otros
lados no venden nada sin receta, así que no pudo curarse, hasta el regreso.
El paraíso de los
niños es Disney. Pues allá fuimos y resulta que por las tallas diferentes no
dejaban entrar a mis hijos juntos a todas las montañas. Empinándose tanto como pudo, con la anuencia del controlador, la segunda
ingresó a una que no le correspondía por la estatura: pues estuvo llorando y
suplicando que paren la montaña rusa para que se baje por el pánico que sentía. ¡Qué
dolor no poder complacerla, pero se las buscó por no cumplir las reglas!
La menor estaba
empeñada en conocer a la Sirenita de carne y hueso. Hicimos una cola de hora y
media, con fast pass incluido, que daba la vuelta a todos los océanos: al llegar, la famosa sirenita estaba
más aburrida y cansada que nosotros. Así que la foto de rigor fue de veinte segundos
y chau. By the way, primera princesa de
Disney que parecía embarazada.
Mi familia siempre ha
sido muy bromista y yo siempre he sido el punto. Recuerdo haberme quedado
dormida en un tren y, al despertar, no había nadie a mi costado. Enloquecí,
empecé a golpear la puerta de vidrio pues vi a mis hijos saludarme desde afuera.
Alguien tuvo a bien indicar a la pobre señora regordeta que lloraba y gritaba como
demente, la puerta del lado opuesto, que era la que tocaba abrirse en esa, la
última estación.
Me perdí en un mall
de esos gigantes al que entré de día y salí de noche. Mi consuerte se había quedado
dormido con todos los chicos en el auto, hasta que lo despertó un guardia
preguntándole si “había extraviado una esposa”. Tuvo la oportunidad de su vida de describir a una regia colocha, por ejemplo, pero fue honesto como él solo. Me
trajeron en un carrito de golf moqueando, pues creí no volvería a ver a mi
familia…porfa, si ahora me pierdo… ¡no me busquen!
Engreídos como buenos
hijitos de mamá, mi hija enferma desde el despegue hasta el aterrizaje quería
que pernoctásemos en el hospital donde estuvo internada varios
días. ¡Del aeropuerto al hospital y de ahí al aeropuerto fue su visita soñada
al maravilloso Cusco!
Luego, mis polluelos
empezarían a volar solos. Recuerdo el primer viaje de mi hija # 1, de visita
donde mi hermana. Lloré una semana entera mientras que ella adolescente empoderada
se sentía muy importante con un carry on para ella sola, despidiéndose roja por
la emoción y la libertad que experimentaría.
Vi online cómo
desayunaba mi hija # 2 en las calles de Delhi y pensé: cómo puede comer rodeada
de tan poca higiene. Recuerdo que el hindú que lavaba la sartén con la mano
tenía uñas grandes y negras. Quise pasarme por el teléfono para impedir ese
primer bocado que filmaba ella, feliz. El resultado fue cuatro días internada
en un hospital casi tan higiénico como la calle, en el que le alcanzaban sopa
en vaso descartable y las sábanas tenían un color beige incierto. Alucinó, mientras deliraba por la fiebre, que
al despertar yo estaría a su lado cuidándola. Se me partió el alma no poder estar
ahí. Esa cuenta del hospital público hizo que adelantase su viaje de regreso
pues lo que no le cobran a sus ciudadanos se lo cargan a los turistas y los
turistas mocosos, a los padres.
Siguiendo con esta
hija intrépida y su paseo por Asia: fue la única del tour a la isla Phi Phi, que un mono alfa escogió
para entablar amistad. No era como los micos chiquitos que se acercan a pedir
comida: ERA EL SEÑOR MONO, gemelo de King Kong, por lo que ella se asustó e hizo
un movimiento rápido con su pierna. Otro resultado de espanto: el mono la
mordió y la pierna se le puso morada, lo que le impedía caminar bien. A ponerse vacunas antirrábicas pues los monos
pueden ser muy simpáticos pero cuando son silvestres te contagian desde ébola,
pasando por herpes, sida o rabia, tú elige. El seguro de salud –increíblemente-
no cubre ese tipo de accidentes. Luego de un pleito que incluyó a un abogado y un médico y que duró dos meses, nos
devolvieron algo de dinero por todos los percances.
No importa nada de eso. Solo importa lo que viviste; no cuentan las millas que viajaste sino lo que conociste.
Super relajante y divertida. Lo que necesitan mis viernes.
ResponderEliminarQue cagué de risa!!!!
ResponderEliminarEres lo máximo!!!
ResponderEliminarQuien te enseña a narrar así????, que buena!!!!
ResponderEliminarMate de risa, imagino cada una de tus situaciones y me muero de risa, yo sola.
ResponderEliminarBueno con tantos hijos sucede de todo!!!
ResponderEliminarTe visualizo y me haces reir. Un abrazo amiga!!!
ResponderEliminarCreo que a ustedes les pasó de todo. 🐒🙈🙉 Qué recuerdos tan interesantes y divertidos!! Me trajo memorias de épocas en que viajaba sola con mis dos pequeños. Lindos momentos!!😊
ResponderEliminarQue bonito narras los viajes, y me encantó la frase de que si no viajas te quedas en la lectura de la primera página. Saludos desde Puebla, México a donde hoy hace un año exactamente estuvo tu hijo.
ResponderEliminarUn viaje nunca termina, siempre lo tendrás en el recuerdo. Lo demás es efímero. Muy bueno, querida Bochicienta.
ResponderEliminarExcelente!! Recordar es volver a vivir. Vamos a viajar en cuánto se pueda!!
ResponderEliminarQue curioso todo lo que leí. No sabía q una de tus hijas estuvo en Delhi como yo. Interesante, monos se ve qnesruvo en las zonas turísticas al menos camino al tan Mahal no interactué con migungo. Habia otro lugar que si habían muchos monos pero Guau eso qmuerda y no cubra el seguro increíble , no lo sabía. Y Disney también estuve allá jaja todo lo que le pasa a tu familia xD
ResponderEliminarSaluditos.
DANIEL
Quien te inicio en esto tu narrativa es muy buena
ResponderEliminar🤩🤩😂👏👏
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