2024-2025
A horas de acabar el 2023, me percato que el tiempo cada vez transcurre más rápido. Diría que, amanece y prontito, anochece.
La vida vertiginosa te contagia , aunque no tenga muchas cosas que hacer en el verano, igual me apuro y me siento ajetreadísima.
Este 2023 me pasó de todo. Debí anotar una que otra palabra clave, para ejercitar mi memoria que, por momentos, me deja en la nebulosa. Siempre aparece mi familia, amistades, libros y viajes.
En este último, estoy experimentando situaciones que me asombran: taxis que funcionan sin conductores. Dejemos de lado el hecho que son menos puestos de trabajo para la gente, porque no hay que ser pinchaglobos. Seguimos en la onda de robotizarnos. Ya no tendremos al taxista con el que puedes conversar del tráfico y del precio de los tomates, mientras te lleva -pues ya no quieres manejar- a tus pocos destinos de siempre. La monotonía.
Acá, en California, la empresa Waymo ha puesto a circular estos taxis marcianos, por todo San Francisco.
Lindos, seguros y amigables con la naturaleza al ser autos eléctricos.No pueden ser hackeados... todavía... y no tienen muchos accidentes pues sus radares distinguen a un peatón hasta 500 metros a la redonda. ¡ Oh maravilla!
También se ha vendido harto Tesla, que maneja por tí, pero eso sí, debes ir sentado frente al timón, haciendo la finta, como piloto. Te lleva donde quieras, sin poner pie en el acelerador. Quisiera uno pero no te baja de los 50 mil dolores, incluído impuestos y una que otra minucia, así que me seguirá doliendo la espalda, manejando a la antigua, es decir, de verdad.
En estos tres últimos días de diciembre, amanecimos con la noticia de la partida del cantante Pedro Suárez Vertiz, el pata de cualquier barrio -ficho, facho o fuchi- de Lima. El que le cantó al amor, a las ranas y al desarraigo, con ese himno lacrimógeno de todos los que parten y piensan en volver. Los migrantes saben que encontrarán cosas distintas y ausencias que duelan. Un poco de nostalgia, mezclada con amargura.
También, el Rector de mi alma Mater y centro de labores estos últimos 25 años, acaba de fallecer, repentinamente.
Me doy cuenta -una vez más- que hoy podemos estar y mañana, no sabemos. Nada de lo que hayas adquirido en vida, sea fama, propiedades, o ambas, te acompañará en tu última morada y, más bien, servirá para aligerar o hacer la vida de cuadritos a tus descendientes. Pienso, si tienes la opción de elegir ¿qué tanto vale la pena acumular y quizás por eso, perderte hechos relevantes, de apego, cariño y formación de tus familiares, que darían la vida por tener unos minutos más de amor y conversación a tu lado? ¿Qué tanto estás pasando tiempo de calidad con los tuyos? ¿Has pensado en dejar memorias o muebles?
Al pasar la última hoja de mi almanaque, que casi ni toqué, siento que pocas cosas cambiaron.
Quizás para muchos, esta noche signifique una buena tranca (con Moët Chandon para que la foto sea publicable), un grupo de proyectos o resoluciones que tienes que poner en ejecución. De lo contrario, el resabio amargo de lo no logrado, del deber a medias, de todo lo que te quedó por hacer, permanezca el 2024.
Ya nada me aflije porque hace buen tiempo decidí vivir un día a la vez, agradeciendo simplemente por estar aquí. Quizás mañana, que empieza un nuevo año, el día se parezca al de ayer y deje de hacer, ¡nuevamente! la tira de cosas pendientes... quizás haga todo lo que planeo y me quede esa gran satisfacción del pasito a paso.
Este 2024, que seguramente también pasará en un periquete, vive cada día, como si fuera el último, esparciendo amor, siendo empático e intentando tener ideas coherentes, para lograr así que tu presencia en nuestro contaminado planeta, deje huella, así sea talla 36, como la mía.
¡FELIZ Y FRUCTÍFERO 2024!
Feliz año, querida amiga!!
ResponderEliminarFeliz 2024. Vamos por más.
ResponderEliminar