¿Mala memoria?
He tenido tres reuniones familiares al hilo. Todas terminaron recordando tiempos pasados. Anécdotas, situaciones estresantes, conversaciones con toda la familia en la sala de mi tía, fiestas interminables, llenas de música de los ochentas -la mejor- y coreografías algo simples, si las comparamos con las de hoy.
El denominador que me calza, según mis hermanas, primas y algunas amigas de la infancia: fui toda una drama queen. Al parecer, me encantaba llorar, sentada en una ventana oyendo las baladas cortavenas que estuviesen de moda y que saliesen de esa radio pequeñita que tenía en mi dormitorio.
¿Qué tal está tu memoria? Si te pregunto: ¿qué almorzaste el miércoles anterior? o ¿dónde estuviste la mañana del 5 de mayo del año pasado?, ¿Qué soñaste antier? ¿Cuántas llamadas sonaron en tu celular ayer?
Quizás nadie pueda dar una respuesta acertada, porque esas situaciones no tuvieron ningún impacto en nuestro cerebro. Sin embargo, si te pregunto ¿dónde estuviste el día de tu primer beso? ¿cuál fue tu primer concierto? ¿tu primera fiesta? Experiencias -espero- mucho más estimulantes, seguro que sí nos marcaron y las recordamos. Fueron gratificantes, sensibles, remueven y dejan huella.
Somos nuestra memoria: esos hechos felices y tristes que nos marcaron y esculpieron nuestra alma.
Tengo pocos recuerdos escolares. Uno de ellos es quedarme sentada en Educación Física pues a mi Miss Ada le parecía que no debía mover siquiera el brazo para librarme -según ella- de algún espasmo bronquial habitual. Calladita y quietita te ves más bonita, diría. Casi todas las horas del curso me la pasé sentada viendo cómo mis compañeras sudaban la gota gorda intentando saltar el taburete o pararse en la viga. Dar un volatín en la colchoneta delgadísima. Yo, mirando y mirando.
Recuerdo, también, haberme sacado la mugre, montando una bici que era gigante para mí. Sé hasta cómo estaba vestida: un short blanquísimo y nuevo y un polo rojo, patriota, antes de la fiebre de Qatar y un llaverito colgado de mi bolsillo en forma de baúl, rojo con dorado, que era mi tesoro más preciado por esos días. Regalo de alguna tía que vino del extranjero. El baulito terminó aplanado con mis treinta kilos de entonces (sé que ahora eso pesa cada uno de mis brazos, pero juro que alguna vez fui flaca). Recuerdo haberme empotrado contra un cerco verde, al voltear por una esquina con toda la velocidad que mis piernitas de alambre podían imprimir al pedal. Recuerdo la rabia conmigo misma, la frustración mezclada con impotencia y una vergüenza tremenda. Casi puedo palpar esas sensaciones. Regresé caminando, llevando mis despojos de ser humano a cuestas. No podía hacer el habitual show de llanto en mi casa, porque había osado salir del área de cuatro cuadras permitidas. ¿Significará algo ese recuerdo? No lo sé pero me sensibiliza.
Tengo otra sacada de alma en la memoria: saltando una escalera en mi casa, mientras mis hermanos me hacían barra: con seis años, ¡no campeonaba en nada! caí de quijada y me rompí el mentón. Sangre a borbotones. Mis hermanos, brillantes ellos, se les ocurrió que debía acostarme con un pañuelo tapando mi cara, para que mi mami no se moleste. ¿El resultado? Una cicatriz que me recuerda que en algún punto, tuve alguito de osadía.
Esa historia de tu vida: el story telling tan de moda con todos tus sucesos importantes. Esos eventos que forjarán tu personalidad, te dirán cómo serás y qué harás en los años venideros.
La memoria es esa goma que pega tus pedazos, tu vida mental. Eres lo que eres, por todo lo que recuerdas. “Eres tu memoria”, nos dice el Dr. Eric Kandel, científico especialista en otro tema muy de moda -la neurociencia.
Nuestra memoria es parte de nuestra identidad. No solo no la aprovechamos lo suficiente, sino que tampoco la conocemos mucho. No es que las memorias se te peguen, recuerda: la memoria, eres tú.
Sin todos tus recuerdos, nada tiene mucho sentido.
¿Qué juguete, canción, discoteca recuerdas?
No tengo ningún video de niña, solo algunas fotos. Esas imágenes que, estando con ojos cerrados, puedes seguir viendo porque están impresas en tu mente y corazón. No tengo muchas, pero las suficientes para recrear una historia muy feliz.
Que cada experiencia, cuente. Que tus días atesoren recuerdos. Cada día que pasa, estás diseñando tu futuro y tus días venideros.
¿Te has puesto a pensar en lo poderoso de la tecnología y en todo lo que puedes aprender solito, sentado frente a la computadora? ¿Cómo puedes ir fotografiando los avances de cualquier cosa que te propongas aprender?
¿Cómo suena tu voz hoy y cómo sonará mañana? Esa fuerza, ese magnetismo, el timbre que vibra emocionado y se quiebra ante el reel de un desconocido, ¿no sería emocionante oírte, de aquí a unos añitos?”. Fílmate, grábate, tómate fotos.
Todos los días recordamos cosas: desde cómo llegamos al trabajo, el café que no tomamos, la reunión en que todo nos salió bien.
Nuestros recuerdos son como una película que podemos ir editando y mejorando. ¿Qué tal si cortas las partes feas? Sabemos que los recuerdos no son necesariamente exactos. Usemos ese margen de error para mejorarlos, de manera que nos ayuden a crear bienestar personal. Los malos recuerdos, en nuestro cerebro, incrementan el nivel de cortisol, la hormona del estrés. Si los niveles son muy altos pueden afectar hasta nuestro sistema inmune.
Consejito: si tienes algún recuerdo dark, edítalo en tu mente, ilumínalo y mejorarán tus días...
"A veces llamamos escuchar música a lo que en realidad es escuchar recuerdos" .
Tijera en mano, empezaré a editar lo feo que me haya pasado. ¡Brillante!
ResponderEliminarEs un tema muy interesante y profundo. Los sueños y los recuerdos nos hablan siempre.
ResponderEliminarBuen analisis Adiós malos recuerdos
ResponderEliminarBuen tema, buen post y buena idea esa de editar lo feo. Gracias por compartir.
ResponderEliminarMuy cierto lo que expresas. Los recuerdos buenos y malos están en nuestra memoria. De nosotros depende canalizarlos adecuadamente. Todo es una lección de vida que debe guiarnos a ser mejores seres humanos.
ResponderEliminarLos buenos recuerdos,
ResponderEliminarRecuerdos muchos!!! Mi querida amiga
ResponderEliminarNos haces reflexionar, a quedarnos sólo con los buenos recuerdos.
ResponderEliminarExcelente Bochi
ResponderEliminarTengo muchos recuerdos, buenos y malos. No quiero cambiarlos pues son parte de mi pasado, de una vida bien vivida.
ResponderEliminarMe encantó, Rox.
Estoy en una edad en la que no recuerdo ni lo bueno ni lo malo NADA, jijiji
ResponderEliminarBuenas tardes. Si, es cierto, hay recuerdos que dañan y no dan ninguna satisfacción. Lo importante es aprender a editarlo. No creo que sea una actividad tan sencilla, pero, si habrá que intentarlo.
ResponderEliminarGracias por compartir. Sigo esperando la publicación del libro.