Todo lo bailado

Por falsa coquetería, por no “suicidarme socialmente” o porque las “mujeres no dicen su edad”, siempre la he ocultado. Cumplo un año más/menos. Soy tauro, no tengo idea lo que significa. 

He experimentado inmenso dolor por la muerte de mi padre hace casi tres meses. He visto partir a amistades y también he sufrido igual que todos, por la pandemia. He pensado que me podía contagiar y me he alejado de la gente. Me he asustado, ofuscado, exaltado, con noticias buenas y malas, de todos lados. La política me ha hartado como a muchos por lo que he optado por no ver noticieros nacionales, no comprar Caretas (enviaba y publicaban religiosamente todas mis cartitas) y no leer más El Comercio que sigue llegando los 365 días a mi puerta. Me entero de lo que sucede por Twitter o por los mil chats que rebotan realidad o mentiras. Recién ahí me pongo a investigar un poco. Sean responsables y no reposteen noticias que no hayan validado. No creemos más zozobra al reenviar hechos violentos, pasados turbios, morbo. No ayuda como sociedad. Las redes sociales pueden ser valiosas, dependiendo del uso que les demos. Pueden contribuir a la educación. Recuerden: sin educación no se logra nada, iremos cayendo más como país y ya estamos llegando a nivel subsuelo. El celular es una herramienta más en el trabajo, sea cual sea la labor que realices. Úsalo con prudencia y mesura, como el arma poderosa que es. 

Mi alter ego es Senescienta que viene del verbo senescent: “el proceso de envejecer", en mi caso notoriamente, sin culpa ni drama. Uso cremas Lancôme tratando de frenar un poco el deterioro, pero es inevitable. Están carísimas y no traen tantas muestritas como antes, de obsequio. Ya sé: soy una mala propaganda para la firma. No sé repartir culpas: Castillo, pandemia o la guerra. Desde la primera cuarentena, allá por marzo del 2020 me di cuenta que puedo vivir con mucho  menos, de todo. Cociné, preparé mi propio pan, lavé. Sobreviví. Me tiño el cabello porque no soporto las canas en mí, aunque también me estoy cansando de la peluquería, de la espera, del tinte, del gasto. Me encantan los cortes chiquitos, platinados de un par de amigas valientes que no se tiñen más. Nos enseñaron que las canas en los hombres los vuelve “interesantes” y a las mujeres, nos hace ver cual brujas. Falso e injusto. 

Estoy gorda porque me encanta comer casi todo lo que camine, vuele o nade. Lo siento. Quisiera ser vegetariana, que no tiene que ver, necesariamente con el peso sino con un compromiso formidable con el mundo, pero no lo intento porque sé que no podría. Debí empezar de joven. El sobrepeso es malo, pero no soy ningún modelo a seguir, así que ustedes hagan todas las dietas por mí. También debí hacerlas con menos años, siendo más consecuente y ordenada. 

Me gusta el vino, la cerveza y la Inca Kola, que es pésima pero “con todo combina”. No sé quién ideó esa campaña de marketing hace mil años, pero fue un capo. Saboreen y agradezcan todo lo que tienen al frente. Es un lujo que nunca falte alimento en tu mesa. Cada vez hay más hambre en nuestro país. 

 Sigo casada con mi consuerte. Todo un logro en estos tiempos. Sin altibajos. Tengo tres hijos adultos y una púber que está en la edad de jorobar. De preguntar y de no responder, de no aceptar, de querer imponer, de hablar con monosílabos conmigo, (con sus amigas hay que callarla). Paciencia y buen humor porque esta etapa pasará pronto y vendrán los problemas universitarios, con salidas y  vida propia. Gocen cada pequeño paso de sus hijos porque la vida vuela y con ella los hijos se marchan por sueños. Tengo una mascota que llegó falladita pero feliz. Nos alegra mucho mientras está bien de salud. De lo contrario, es una gran preocupación y desvelo. 

He aprendido que escribir empodera, libera, disipa. Recuerda que lo más importante que tenemos es nuestra palabra. He sentido que por fin tengo una voz. Puedo crear mil y una noches. Voy escribiendo 48 cuentos y 170 posts. Sé que escribiré mientras hilvane ideas, mientras tenga sueños, mientras mi memoria, que empieza a flaquear, recuerde. 

También aprendí que mientras más leo, menos comprendo la vida y sus vericuetos. Mientras leo, viajo. Un consejo: si tienen niños alrededor, incúlquenles el hábito de la lectura. Es lo que más agradecerán de grandes. Mis días no son aburridos mientras tenga un buen libro a mano. 

 Cumpliré Bodas de Coral, 35 años, y espero recibir uno de regalo porque se supone que transmite alegría, bienestar y seguridad, justo lo necesario para pasar el resto de mi vida adulta de manera apacible, al menos en teoría. Sabemos que no nos podemos confiar, especialmente en nuestro país en el que cada día sucede algo que nos remece. Si pudiese retroceder el tiempo, no podría mejorar nada, así que ciertas cosas quedarán así: tantito feas, y chuecas. No nos lamentemos por lo que no fue, por lo que debimos hacer, por el WHAT IF. Hay muchos más eventos que no cambiaría por nada porque aprendí de ellos, y ahora me sirven para enseñar alguito a mis hijos. Ojalá algún día me recuerden diciendo: “lo aprendí de mi madre”. (si es algo bueno, de lo contrario se lo pasaremos a mi consuerte). Creo tener cada vez más intuición y menos reparos. Me sirve para lidiar con familia, amigos y chamba. Este es el recuento de mi vida hasta hoy, que me visto con un año más, una blusa nueva, otra arruga y todavía muchos sueños. Y ¿tú? No esperes tu santo, para hacer el recuento de tu vida, con todos esos faltantes. Sueña despierto.