Los chicos de Chicago
El día del
trabajo tiene sus orígenes en los Estados Unidos, en Chicago, ciudad vibrante,
cosmopolita y clásica con puentes impresionantes.
Hace 135 años
y un día se reunieron miles de trabajadores, obreros en su mayoría, en una
huelga que exigía entre otras cosas una jornada laboral de ocho horas y no las
dieciséis que, en promedio, solían trabajar. Se expandió pronto a otras
ciudades y las manifestaciones duraron hasta el 4, un día antes de mi cumpleaños,
otra fiesta cuasi nacional.
Como hemos
presenciado infinidad de veces en congregaciones de gente, basta que alguien
inicie una trifulca para que empiece el despelote. Eso sucedió: nunca se supo
quién lanzó una bomba incendiaria a los policías que empezaron a reprimir a los
manifestantes, con un saldo de muertos y heridos en ambos lados. La historia nos indica que hubo un juicio, en
el que no se respetó el debido proceso, y hallaron culpables a varios sindicalistas
que fueron condenados a la horca. Ellos son conocidos como los mártires
de Chicago.
De Chicago pasaremos a San Francisco y sus magníficos puentes, donde he encontrado uno que
me parece más formidable que el famosísimo Golden Gate, Bay Bridge, imponente y
blanco, maravilla de construcción en la que -de seguro-participaron miles de POC
que son la fuerza bruta en este magnífico país, en el que han subido el
sueldo mínimo a 15 dólares la hora; sin embargo, acabo de conocer a Abraham (él
me aclara Eibrajam), joven de Tijuana que gana solo 8 (no sé por qué me vienen
a la cabeza algunos empresarios peruanos). Me cuenta cómo se desangra su México
querido y cómo ingresó por la frontera, a través de un túnel. Dice no tener
papeles legales, sin embargo, labora en una franquicia de comida rápida. Se
sorprende y alegra mucho cuando le comento que tengo visa. Piensa que es lo
mejor que me ha podido suceder en la vida. Cuando le digo que regresaré pronto a mi
patria, me pregunta “¿por qué? Si ya entraste acá, ¿cómo vas a irte?”. Nos obsequia
a mi y a mi critter # 4 todo lo que queramos de su restaurante y pienso que debe
extrañar a su madre. Tiene 26 años, la edad de mi hijo y llegó hace siete. Paga
1200 dólares mensuales por una habitación con baño “que tiene su propia
regadera” añade. Radica en Alameda, lugar donde se encuentra mi hotelito y
se le ve feliz e independiente, aun cuando trabaje mucho. Se siente poderoso y
muy tranquilo con su sueldo y con su habitación desde donde -me comenta- llega
a la playa todos los fines de semana. Puede ayudar a varios sobrinos y demás familiares y no lo dudo, pues cada que pasamos por ahí nos atiborra de sándwiches,
gaseosas y galletas. Quizás vea mi cara de hambre, lo cierto es que me abruma y
corroboro lo que siempre he pensado: la gente que menos tiene es la más generosa.
Observo una
cantidad inaudita de homeless y me entero, con pena, que los
números de personas que duermen en las calles, se ha disparado por la
pandemia. No puedo imaginar el frío que deben sentir 24/7 en las calles, si yo
estando bien forrada y con buen clima, me congelo.
Es un sistema
extraño el de los homeless. Viven en las calles, pero el gobierno les otorga un subsidio que podría ayudarlos a alquilar algo pequeñísimo y modesto. La
gente me comenta que ellos se “fuman” su dinero y no puedo sentir la rabia que
siente mi interlocutora de turno pues pienso que es una enfermedad que requiere
tratamiento médico, como todo mal que aqueja cuerpos y mentes. No llevan mascarillas y algunos lanzan gritos
desaforados que supongo, son producto de terribles alucinaciones. No siento
mucho temor pues parecen inofensivos, aunque mantengo prudente distancia
“por si las moscas”.
La gente inclusive
en épocas de pandemia sigue siendo generosa, sigue ayudando y explicando todo
lo que necesites saber. Si te equivocas de bus, el chofer te dirá que
tomes otro y no te cobrará. He ido muchas veces gratis (muy conveniente para los
$ 6 que cuesta cada trayecto desde Alameda hasta San Francisco). No lo he hecho
a propósito como el 70 % de las personas que he contado que suben y no pagan pasaje,
sino porque he conocido a una supervisora que cada que la encuentro en mis
múltiples idas al centro de la ciudad, se acerca a los choferes y les dice: “free
ride for all the family”. ¡Gracias, Carmen!
Son esos pequeños gestos los que uno lleva consigo, aparte de los souvenirs. Esa
generosidad en tiempos de Covid en los que la gente podría huir despavorida
para evitar contactos y conversaciones, es muy gratificante.
He podido conocer Haight Ashbury, lugar donde se inició el movimiento hippie hace una ruma de años. Famoso distrito pues por sus extrañas calles recalaban Janis Joplin y Jimmy Hendrix para sus buenas tocadas. Lugar pintoresco donde venden marihuana y demás hierbas, legalmente. También puedes encontrar hippies 2021, durmiendo en sus vehículos y personas creando buena música en sus esquinas. Murales por doquier hacen este lugar especial y pintoresco.
Un poquito
más allá o ¿más acá?, está la no menos famosa zona de Castro, con bares,
restaurantes y tiendas en los que se leen letreros pro movimiento LGTB. The
Castro es sinónimo de libertad, aceptación, creatividad y diversidad,
combo que espantaría a muchos. Vi pasar
personas totalmente desnudas. Está permitido y nadie se las lleva presas. Demasiado
para mí, mojigata tercermundista. Cuadras bulliciosas con gente alegre,
desfachatada y conversadora, que la pasa bien y, sobre todo, siente plena
libertad para hacer de su capa un sayo. Lugar donde fue asesinado hace 40 años Harvey Milk, alcalde de ese distrito, abiertamente gay que luchó por los derechos de las minorías.
Se respira arte y transgresión.
Llego al famoso Jardín Japonés con todo el orden y el trabajo casi de filigrana que son capaces de realizar los asiáticos en sus jardines. No hay un solo metro cuadrado que no transmita belleza y relax.
Casi me infarto caminando media cuadrita en la famosa Lombard Street: si viviese en una calle tan empinada podría rodar de bajada, pero tendrían que subirme con grúa. Bella por todos sus costados, pero totalmente infartante. Imposible ser peatona a menos que peses 20 kilos o tengas 20 años.
En otro post
les contaré alguito sobre Fisherman´s Wharf, la famosa prisión en Alcatraz a
donde casi llego nadando por los precios, las playas variadas con arte por
todos lados, el museo de Young y el espinoso tema de las vacunas.
Ojalá que
estas líneas te hayan hecho olvidar unos minutos de Keiko y Lozada, Castillo y Cerrón, los debates
y el dólar que se dispara.
Deberías ser guía turística y contar todo tan bacán como lo escribes.
ResponderEliminarQué bonita forma de relatar ese pedazo de la historia.
ResponderEliminarVolvio a mi memoria mi viaje a San Francisco. Me encanto y volveria a ir.
ResponderEliminarCiudad de contraste ... Golden Gate lmponente, Barrio Italiano, Sausalito, La Castro entre otros....😊😊😊
Lindo post como siempre. Me imagino camindo por esos lindos lugares que ya busqué en Internet para ver más fotos.
ResponderEliminarSiempre tendré un nudo en la garganta, cuando se de historias de hispanos o inmigrantes, y la separación de familias.
ResponderEliminarMi encantó tu post.
Te llevas recuerdos de personas buenas y generosas. Eso paga cualquier viaje, además de las bellas vistas.
ResponderEliminarCierto, la primera vez que estuve en España, al ver el pasaporte, me pasó igual, sobre todo en Toledo, casco viejo.
ResponderEliminarNos ven con ojos de asombro al decirles he venido a conocer. Da la impresión que solo ellos pueden hacer turismo. Nosotros, imposible.
Bueno, espero la noticia de la publicación del libro, ya es tiempo.
Gracias por compartir. Por favor 🙏 a cuidarse mucho.
Me encantó, me hiciste recordar a, los lugares que he visitado, muy bien, tambien estuve en un Baybrake una maraton con calatos y calatas, Monumental te echaban agua, nunca me olvidaré de esa Maraton
ResponderEliminarDos ciudades que me faltan y que por tu publicación quiero conocer.
ResponderEliminarMuy buen circuito americano. Gracias, amiga.
ResponderEliminarSí, cumplió su cometido tu relato . También me trajo añoranzas. Gracias !
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