Agri-dulce Navidad
Seguimos en
modo Navidad. Empezaron los intercambios de regalo, que no me gustan más, pues
te mandan listas con todo lo que quiere la persona a la que te toca regalar y,
por poquito, debes mandarles el dinero o el voucher con el monto exacto del
producto que quería como obsequio. Chau sorpresa, chau raje porque lo que te
regalaron no llegaba al monto, chau obsequio que te llega y que se nota que es
algo que le regalaron a otra persona (las esquinitas arrugadas, te delatan
querida “amiga secreta”: me caes super bien y no me importa tu regalo, porque aquí
entre nos, alguna vez, también he hecho lo mismo, por favor no lo comentes).
Nunca me gustó dar listas de lo que quiero que me regalen porque siempre me han
encantado las sorpresas, hasta para dar a luz: no quería enterarme del sexo de
mis critters, hasta que era absolutamente necesario para comprar siquiera una muda
con los colores “reglamentarios”.
Primera
Navidad que no me trae la bronca eterna de ver con quién esperar las 12 pues
mis padres se van con mi hermano y mi suegro está de viaje. (Demás está decir
que siempre la pasábamos con mis papitos, argumentando su avanzada edad).
El modo
Navidad me trae la eterna preocupación por nuestro querido Zambito (dónde
queda, con quién queda y qué hacer para que los cohetones no lo aloquen).
La Navidad
también nos trae las obras sociales de las que ya me ocupé. Llego a la
conclusión trillada y cierta: regala el que quiere, no el que puede. Tampoco
importa pues sobrepasé ampliamente, la meta que, yo misma, me propuse. Voy a ir
super cargada de regalos al Puericultorio y eso debo agradecerlo a los que
colaboraron conmigo. La ilusión con que esperamos cada donación, nos valida la
frase: más feliz es el que regala, que el que recibe. Se pasaron, millones de
gracias y desde ya, los comprometo para diciembre 2020, mes en el que volveré a
torturarlos, apelando a su caridad.
El modo
Navidad, me ha traído tristeza y cero ganas de decorar mi casa. Gracias Ruth y
enana # 4 por hacer que mi sala se vista del verde, rojo y dorado habitual. No
me provocaba hacer nada y aunque mi consorte me haya dicho: “es vejez puessssss”,
gracias amorcito por tu sinceridad, pero NO GRACIAS, creo que se debe a que
este mes, extraño más a mis hijos ausentes. Lo de ausentes es un decir, pues
las redes (anti)sociales, el Smartphone y una buena señal de internet ayudan a
suplir los miles de kilómetros de distancia, pero falta el calor humano, el
contacto (aunque nunca he sido de apapacharlos, de eso se encargaba mi esposo,
que hasta tiene el apodo preciso) y el engreimiento de meterles la comida en las
bocotas, lavarles ese jean que quieren usar YA y no los otros cinco igualitos
del cajón, ser su chofer o ser peatona y darles mi vida con mi carro incluido.
Entre los dos que están lejos, no me quedaba
un día para que pueda manejar, pero no me arrepiento. Me faltan sus risas contagiantes, sus
tremendas burlas, sus peleas eternas por ver quién iba en las ventanas del carro, por
ver en qué sitio almorzar los fines de semana, qué pela ver o a qué cine ir.
Faltan las mil fotos que tomamos y que nunca podía postear porque no se ponían
de acuerdo. Los desayunos en fuente en sus camas, que mi esposo detestaba (si no los engríe la madre ¿quién?) y mil
cositas más que hacían mi día a día feliz y super ocupado.
El modo
Navidad ha traído más caos (¿será posible eso? como diría Cristina Saralegui)
en nuestros distritos que cada vez tienen menos de “residenciales”, en los que
pululan ambulantes que te ofrecen absolutamente de todo. Puedes hacer tu
shopping barato y salir –si es posible salir de la calle- con regalo
envuelto, con tarjetita y dedicatoria que hacen llorar al más pintado.
Hablando de regalos,
el modo Navidad, me ha traído uno que otro obsequio impensado pero siempre bienvenido. También me he vuelto un poquito regalona pues
estamos haciendo visitas familiares y amicales, que dejamos para Diciembre, mes
de paz, amor, unión y gratificación.
Aprovechen
ustedes que tienen a toda la familia juntita: celebren y celébrense. No tomen
tanto porque no sé desde cuándo, Navidad es sinónimo de tranca. Acuérdense de
los más pobres y, en lugar de engordar con tanto panetón, tengan en sus autos bolsitas de Zip Lock e inviten en cada esquina, porque Navidad es compartir.
No sé bien
cómo pasaremos la Nochebuena, pero sí sé que mi corazoncito arrítmico, estará
dividido entre América y Europa y que,
por un día, seré menos feliz.
Piensa en que tus hijos están persiguiendo sus sueños que nuestro amado país del algún modo no se los ofreció. Que sus horizontes se amplían al igual que sus ilusiones. Que ellos también, los extrañarán a su manera..Al menos eso es lo que yo creeré con los ausentes y, elevaré una oración a las 12 por su felicidad!
ResponderEliminarDisfruta con los presentes. No te darás cuenta y serán tu y tu adorado, ah! y tu Zambito, en un abrir y cerrar de ojos. No lo abandones que los animales sufren con los cohetones.
Ahora tendrás penita pero tus hijos regresaran mejor preparados y con mucho mundo. Me voy a copiar tu idea de las bolsitas con panetón.
ResponderEliminarMuchos cariños a toda la family, en especial a Doña Blanquita.
Los hijos deben salir al mundo y buscar su propia realización. Ellos se refieren al mundo. Debemos propiciar el momento y los medios. Gracias por la atención.
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