La que la hace, la paga


Estoy sentada en la sala de espera de una clínica que no conocía: flamante, moderna, inmaculada y carísima... clínica al fin y al cabo, o sea que vienes por un tema de salud, sí o sí. Propio o ajeno. Escucho a señoras regias  conversando de una fatalidad peor que la otra!

De aquí, aprovecharé de pasar a otra clínica: menos nueva y menos flamante, pero igual de inmaculada. Quiero visitar a una buena amiga que acaba de tener un accidente casero y llevará postrada no pocos días. Pienso: qué frágil es la salud y la vida en general. Hoy estás aquí, sano y bueno...o no tan bueno y, mañana, estás en una camilla...o no estás, en el peor de los casos.

No me gusta ser fatalista y quiero que mis posts sean ligerísimos y que se lean rapidito, como pasa todo en la vida. Sin embargo, mientras espero en esta sala en la que veo pasar bebés que lloran por algún mal respiratorio, común, en esta Lima húmeda y gris, que enfría los pulmones de  criaturas y de  ancianos, pienso que, al ser frágil la vida, debemos estar preparados para todo, mismo lema Scout: ¡SIEMPRE LISTOS! No con un maletín de emergencia, con los útiles de aseo, indispensables en nuestra vida diaria, sino con la higiene interna necesaria, para andar con toda la tranquilidad por este mundo y pasar de la mejor manera, sin saldos pendientes, al otro; con la frente en alto,   porque tus actos han estado dentro del marco de la decencia y la honestidad. Porque no le hiciste daño a nadie y siempre le tendiste una mano al que la necesitaba. Porque no tuviste malos pensamientos, odios o envidias, que corroen las  almas. Porque supiste perdonar e, igual de importante, supiste pedir perdón.

Últimamente, he sido testigo de varios actos reñidos con la moral, la decencia y la honestidad. Llevados a cabo, por parte de madres,  que deberían andar muy derechitas  y firmes por la vida pues, siempre he pensado: lo que nosotras hacemos, nuestros hijos lo pagan. ¿Karma le llaman?

No somos  Madres Teresa ...ya quisiéramos...pero  al menos tratemos de no hacer daño, para que, ese cheque al portador que se nos otorgó y por el que luego nos pedirán cuentas, pueda ser cobrado por nuestros hijos que, finalmente, son nuestra razón de ser.

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