Viajo luego vivo.
Estoy
entusiasmada por un viaje que haré. No es que nunca haya viajado pero cada
nueva travesía, desde la elección del lugar (presupuesto, tiempos, clima,
situación de la ciudad, pues cada vez hay más paros, por quítame estas pajas)
empacar lo necesario de acuerdo al clima, duración del viaje, regalitos (si
visitas a alguien), etc. hasta sentarte en el aeropuerto y esperar horas o
minutos que se vuelven interminables porque quieres llegar YA a tu destino, me
entusiasma y emociona.
Nos ha sucedido
de todo en los viajes familiares: desde una mordedura de mono (más peligrosa de
lo que yo creía), mil infecciones intestinales, al punto que uno de mis hijos desde
que llegó al destino hasta que subió al avión de regreso, estuvo internado en
una clínica.
Nos ha dejado
el avión, no nos han dejado subir al avión y nos han bajado del avión, en
viajes distintos. Tampoco es que seamos piñas o burriers: cada situación tiene
una perfecta explicación.
Hemos sido felices
-súper felices-, nos hemos asustado, puesto nerviosos, excitados, emocionados
al extremo, es decir, hemos experimentado emociones en cada destino.
Hemos visto
amaneceres y anocheceres, disímiles, distantes y fabulosos. El sol y la luna
como en las mejores postales. La lluvia nos ha mojado -bañado, diría yo- pues nunca
las había experimentado tan copiosas.
Nos cayó nieve, granizo, auch. Nos congelamos y nos hemos achicharrado también….especialmente
yo, por la grasa acumulada en años de mil chocolates y cero remordimientos.
Se nos quedó el
carro atascado por el lodasal y la impericia de mi esposo para manejar en el barro, en una autopista sinfín
y nos ayudaron al extremo de embarrar sus elegantes ternos, pues los chicos iban camino a una boda.
Nos lloraron el día que nos despedimos de una de las más lindas familias que he
conocido y que acogió, a seis personas! Nos regalaron dinero pues no teníamos
cash ni manera de conseguirlo en cajero alguno, en un terminal por el fin del
mundo; sortijas por tratar de hablar su idioma incomprensible, ropas, porque
nuestras casacas sin plumas, no ayudaban en la sorpresiva nieve; tickets de
trenes de peruanos que se sentían felicísimos de encontrar a compatriotas en
ese lugar remoto. No es que no vayamos con toda la parafernalia necesaria pero
la vida te da sorpresas.
Lo mejor de
todo: nos han regalado sonrisas, muchas sonrisas y abrazos de verdadera hospitalidad.
Eso pagó todos nuestros viajes…para lo demás
está Mastercard.
Nada desarrolla tanto la inteligencia como viajar
ResponderEliminarSe tiene que viajar para aprender
Invertir en viajar es invertir en uno mismo
Viajar enriquece el alma y es la mejor inversión para relajarse y vivir nuevas experiencias que finalmente nos hacen felices y aveces también nos sorprenden
ResponderEliminarY bien, en uno de esos viajes nos conocimos querida! A seguir viajando y descubriendo el mundo y su linda gente! Besos desde Viña Del Mar
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